lunes, 25 de julio de 2016

REFLEXIONES SOBRE MONTAÑISMO INVERNAL

Como disfrutar la montaña todo el año...

Desde hace más de 30 años, cuando comencé con la pasión de vivir la montaña, el invierno fue la estación dura y mágica a la vez. Por un lado, se extreman las condiciones climáticas que naturalmente presenta la montaña en verano y por otro, los paisajes conocidos cambian al estar cubiertos de nieve, dándoles una imagen totalmente renovada. Cualquier ascensión a cerros de 2000m y 3000m presentaba condiciones de alta montaña. Aquellos inviernos de los ’80 eran inviernos duros: mucho frío, mucha nieve.
Julio 1984 / Ascenso  desde Villa El Salto al filo del Medio
Julio 1984 / Escalando en roca en el pilar este de la Cascada del Salto
Setiembre 1987 / Cerro Buitrera
Pero las ganas de salir a disfrutar esos paisajes eran mayores al precario equipo que teníamos. Entonces había que fabricar polainas de “cuerina” o “resinado grueso”. Usando la vieja máquina de coser manual (y rompiendo buena cantidad de agujas) lográbamos hacer el equipo necesario para impedir que la nieve entrara en contacto tan rápidamente con los pies. Unos borceguíes de cuero era lo mejor que disponíamos para poder encarar alguna cumbre. Y una vez equipados tan rudimentariamente, salíamos a “abrir huella” para poder alcanzar los objetivos buscados. La cascada del Salto, el cerro Castaño, el San Jorge o la Cadenita, terminaban siendo una verdadera aventura, no exenta de manos y pies fríos, y regresos nocturnos.
Junio 1992 / Cascada del Salto
Julio 1996 / Intento pared sur Pico Bonito: buscando la nieve más firme
Julio 1996 / Intento pared sur Pico Bonito: el día se acaba y estamos agotados
Ya en los ’90, contando con botas dobles de plástico y pantalones impermeables, las ascensiones invernales dejaron de ser tan sufridas. Pero en buena parte lo seguían siendo dado que frente a la nieve blanda no había otra opción que “abrir huella”. Y así la estación más fría, siempre exigía un gran desgaste físico y muchas horas de esfuerzo para realizar los objetivos.
Junio 1997 / Ascenso enérgico por la quebrada de La Manga
Junio 1997 / Descenso cansino por la quebrada de La Manga
Julio 2000 / Cruzando "a pelo" el río Cuevas
Julio 2000 / Cinco horas para subir 500m de desnivel en el portezuelo del Visera
Julio 2000 / Intento al cerro Soldado Soler desde la quebrada Blanca
Agosto 2001 / Navegando en nieve honda en la cara sur del Puquios
Recién comenzando el nuevo siglo, pude ir experimentando el material más adecuado para desplazarse en las montañas nevadas. Un curso de esquí travesía con el “Indio” Iribas en Puente del Inca fue el puntapié para decidirse a invertir tiempo en esta actividad. Había tenido una sola experiencia de esquiar cuando tenía 14 años, pero siempre lo había visto como un “deporte caro”. En aquella época de adolescente, mi conclusión con respecto al esquí era que “con lo que se gasta en un solo día, puedo irme una semana a subir cerros”. Pero al introducirme en el “esquí de travesía” o “randoneé” la opinión sobre este deporte cambió totalmente. Ahora sabía cómo disfrutar la montaña en invierno, sólo restaba conseguir el equipo. Y hasta que eso pasara, me valí de una herramienta más sencilla y práctica (y a la vez más económica): las raquetas de nieve. Y así fue como valiéndome de este útil y básico equipo para montañismo invernal, pude realizar interesantes ascensiones. No podría haber sido subido El Leñas Sur, Tambillitos, Aguas Saladas, Leñas del Tolosa, en pleno invierno y en una jornada sin las imprescindibles raquetas.
Junio 2003 / Aprovechando nieve cartón para subir el Banderita Norte
 Agosto 2002 / Condiciones ideales en  la Punta de las Agujas
2006 / Primera ascenso con raquetas: intento al cerro Leñas Sur en el día
Finalmente el momento iba a llegar: a fuerza de ir completando pacientemente el equipo de esquí travesía, pude comenzar a vivir la montaña en invierno practicando esta actividad. Si bien no es una actividad sencilla (requiere mucha experiencia de esquí “de pista” y de lectura de terrenos nevados) a fuerza de entusiasmo y ganas pude ir dando los primeros pasos en este nuevo mundo. Y eso creo que es lo que más me motiva del montañismo: darse cuenta que quedan un montón de cosas para aprender y experimentar, a pesar que pasen los años, uno siempre puede elegir enfrentar nuevos desafíos.
Junio 2007 / Cerro Tambillitos con raquetas
Julio 2007 / Otra vez al cerro Leñas con raquetas, faltó la última parte
Agosto 2008 / Trekking en Horcones: cruzando la avalancha del Aguas Saladas

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