miércoles, 12 de diciembre de 2012

RELATO HISTÓRICO TORRE DEL CAMPANARIO (2° PARTE)

EL TESTIMONIO DE CUMBRE DE LA PRIMERA ASCENSIÓN
Hace unas semanas atrás, leyendo la revista Kooch n° 30, en la página 4 encuentro una nota sobre la primera ascensión a la pared Sur del Chañi. En la misma se destacan algunas otras memorables escaladas del protagonista, Jorge “el Yuyo” Tarditti. Y entre esas escaladas “históricas” aparece la segunda ascensión a la Torre del Campanario en 1975. Después de la grata experiencia de haber tomado contacto con la historia de esta cumbre a través del relato de Gallop, no pude menos que mandarle un mensaje a Jorge Tarditti para preguntarle detalles de esa “segunda ascensión”. Así es que sin más preámbulos, lo “facebuquié” y le mandé un mensaje preguntándole por su ascenso y si habían hallado los testimonios dejados por Chiartano, Gallop y Vidoni. Inmediatamente recibo la respuesta donde me cuenta los detalles de esa ascensión del 8 de enero de 1975 junto a su hermano Eduardo. Y del intento previo donde llegaron a 50 m de la cumbre junto a Alejandro Randis. Esta segunda ascensión a la Torre del Campanario, Jorge la realiza a los 19 años, junto a su hermano de 17. Según sus palabras … “nos metimos en una pared de puta madre en la torre y no teníamos idea adonde llegaríamos”…. La ruta, luego denominada “ruta CAC” tenía 250m de desnivel y una dificultad de 5+. Al día siguiente de su épico ascenso, Edgardo Porcellana, quien años después fallecería barrido por un alud en el Manaslú, junto a otros dos integrantes del CABA realizan la tercera ascensión absoluta a la Torre. 
Jorge me envió amablemente las fotos para  ilustrar este informe.De esta manera, se cierra el círculo sobre la primera ascensión al Campanario, al poder mostrar los testimonios dejados por los pioneros y encontrados 19 años más tarde por la joven cordada cordobesa.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

CERRO BERMEJO 3905m

PEQUEÑA CUMBRE AL SUROESTE DEL PASO CRISTO REDENTOR
 
Primeras pendientes rumbo al Cristo
Pico Mar 4890m, en las nacientes de Matienzo
Escasa nieve en la cara E del paso
Pico De la Iglesia 4233
Canteos en nieves duras antes del paso
En el paso Cristo Redentor
Cerro Cabeza del Inca 4193m y Alto de la Posada 4260m
Hacia el col, atrás el Bermejo 3905m
Llegando a la cumbre, bajo el fuerte viento
Mijel junto a la pirca, atrás el Navarro Norte 4660m
Repetida tarea durante la jornada, poner y sacar pieles
Reascenso al paso desde la vertiente chilena
Últimas luces sobre  el Tolosa 5432m
Acocagua, detalle con zoom
Llegó y pasó el invierno...y de las grandes nevadas ni noticias. Pero hay que aprovechar las escasas nieves aunque sea para estirar las piernas! Con Mijel y Maga tomamos rumbo hacia Las Cuevas. Mientras Maga se queda con los chicos del CAM haciendo una salida del curso de iniciación, nosotros enfilamos hacia el Cristo bajo un cielo plomizo. Es la una de la tarde cuando empezamos el ascenso. Realmente llama la atención la poca nieve que hay. El fuerte viento también hace lo suyo impidiendo que se acumule. Las primeras pendientes nos sirven para ir entrando en calor. Mucho tiempo ha pasado desde los últimos ascensos realizados en esquís. El viento comienza a aumentar de intensidad, mientras nosotros también aumentamos el ritmo. La idea es subir hasta el paso del Cristo Redentor y después tomar dirección suroeste hacia una pequeña cumbre del lado chileno, el Bermejo. Mijel lo conoce desde hace un par de años, cuando lo subió con un curso de guías de montaña. La nieve está bastante dura en general, salvo a sotavento donde se acumula la nieve volada. Hacemos el rodeo para llegar hasta el monumento canteando pendientes duras y empinadas. Un par de horas después de comenzar la marcha llegamos al paso, donde nos recibe un fuerte viento y más nieve volada. No hay tiempo que perder, ya son las tres de la tarde y nos largamos a la travesía descendente hacia nuestro objetivo. Del lado chileno las condiciones de la nieve son totalmente diferentes, unos 20 o 30cm de nieve blanda que invitan a descender directamente hacia la boca oeste del túnel. Pareciera que fueran dos lugares muy distantes entre sí, pero son dos vertientes de un mismo cordón... Sacamos las pieles y nos largamos en travesía. Nuestro envión no dura mucho y hacemos otra parada técnica para volver a colocarlas. Vamos enfilando al pequeño col del Bermejo, intrigados por el ascenso de su morro cumbrero. Una vez en el col y sin siquiera sentarnos, comemos algo mientras el viento nos castiga sin piedad. Atacamos las últimas pendientes. Aquí las ráfagas nos cuelan los pequeños cristales por el cuello, lentes y cualquier otra rendija de nuestra vestimenta. Tras unos empinados zigzags estamos llegando a la cumbre. La furia con que sopla el viento convierte a la sencilla tarea de sacar las pieles en una arriesgada maniobra, en la que puede salir volando parte del equipo en cualquier momento. Tomamos un par de fotos y prendemos el GPS. A los 5 minutos Mijel ya está listo para el descenso, mientras yo aún estoy luchando con el viento para guardar las pieles en la mochila. Primeros giros sin problemas mientras vamos tanteando la nieve honda, alejándonos de las máximas pendientes donde es mayor el peligro de avalanchas. Minutos después, tras haber cruzado nuevamente el col, volvemos a colocar pieles. Ahora toca remontar pendientes hasta el paso otra vez. Los últimos rayos de sol nos dan casi horizontalmente; vamos con el tiempo justo para llegar a Las Cuevas con las últimas luces. En el paso el efecto "Venturi" del viento nos arroja hacia el este. Flanqueo de nieve dura y empezamos el añorado descenso. Una primera bajada con nieve similar a la del lado chileno y después hielo y costra me dan trabajo para un descenso decente. Mijel no hace mucha distinción de calidades y arremete con todo tipo de pendientes sin ningún problema. A las siete de la tarde estamos llegando al auto. Rato más tarde estamos en el refugio "Viento Blanco" junto a algunos amigos comiendo un rico asado hecho por Néstor, el dueño de casa. Esa noche la conversación cambia a distintos temas como cambiamos las botellas que riegan la cena. Al día siguiente con Pali, Mariano y Néstor salimos rumbo a Matienzo para una actividad liviana: subir hacia los Paramillos del Tolosa para esquiar el pequeño vallecito que siempre guarda buena nieve. Todo transcurre según lo previsto hasta el final del descenso, donde tengo una impensada caída. Resultado: un fuerte golpe en el hombro que me impide continuar esquiando. Mijel y Mariano se hacen cargo de mi equipo. El lunes, luego de la consulta médica, me enteraría que me había quebrado el húmero. Como dijo un amigo en estos días de reposo obligatorio que ahora tocan, "a veces nos olvidamos que nuestros huesos también se pueden romper".  
Panorámica desde la cumbre del Bermejo

jueves, 26 de julio de 2012

CERRO JUAN POBRE 4138m

FAMOSO EN LOS MAPAS, DESCONOCIDO EN LA REALIDAD

El cerro Juan Pobre forma parte del vocabulario de nombres de cerros de la cartografía oficial. Por ello, quienes trazaron los límites del Parque Aconcagua lo eligieron como vértice sureste del mismo. Esto ha llevado  a que sea mencionado y reconocido en mapas y papeles, pero en el terreno prácticamente pase desapercibido. El gran desnivel y poca distancia horizontal entre su cumbre y la ruta internacional hace muy díficil ubicarlo. Uno esperaría de una cumbre "tan famosa" una prominencia mayor, pero comparte la misma que su "vecino de enfrente", el Vacas, otra cumbre ya descripta en este blog. Pero su altura superior a los 4000m asegura una vista magnífica y poco común de los Andes Centrales, con el valle y volcán Tupungato como protagonistas. 
Salgo de Mendoza a las 6 de la mañana de un frío día de Julio. Este invierno parece que viene seco una vez más, y esto que era "anormal" comienza a ser normal...Los últimos tres años la nieve ha sido bastante escasa. Espero que los días que restan del invierno traigan alguna nevadita más!. 

A las 9, y luego de conversar con el guardaparque apostado en la entrada de la quebrada Vacas, enfilo hacia el canal de nieve y acarreo que me llevará al filo del Juan Pobre. Lito Sánchez me comentó que años atrás lo había intentado, subiendo por el mismo canal, pero que una vez sobre el filo y luego de subir y bajar varios "morros" se pegaron la vuelta sin ubicar la cumbre. En principio tenía intenciones de subirlo por la vertiente Este, que da hacia el río Mendoza. Pero estudiando en detalle la subida, preferí hacerlo por esta vía que es menos empinada y al guardar algo de nieve puede facilitar la subida. 
En la primera hora de marcha, ya he subido 400m, tengo que llevar bien el ritmo porque es tan largo el itinerario que el día de invierno puede resultar corto. La nieve en el canal, aunque escasa, está dura y permite subir rápido. A mediodía recién recibo los primeros rayos de sol, cuando salgo al filo después de superar los primeros 1100m de desnivel en tres horas. Desde ese punto se ve todo "tranqui" y pareciera que se trata de un filo suave con algunos morros. Pero a poco de comenzar a transitarlo, me encuentro que en la vertiente Este, se ha acumulado la nieve que está en su peor estado para alquien sin esquíes o raquetas: totalmente polvo. En cambio la cara Oeste del filo, está totalmente pelada. Me dirijo hacia ese lado, siguiendo huellas de guanaco, que se internan en pendientes casi verticales que desploman hacia el río Vacas. Una vez más los guanacos son los "salvadores" en estos casos!. Así rodeo varias cumbrecitas y morros que desorientan a quien transita el filo, dudando de cual es realmente la cumbre.


Va transcurriendo el tiempo y sigo subiendo, bajando y ladeando morros. El día sigue espectacular tal cual lo anunciaba el pronóstico, hasta el viento es suave y no se sienten los -10°C que estimaba para este lugar (http://www.yr.no/sted/Argentina/Mendoza/Cerro_Juan_Pobre/). Finalmente veo más cerca la cumbre, defendida con riscos y nevés por todos lados. Sigo por el filo hasta que me veo obligado a rodear algunos riscos calzándome nuevamente los grampones para subir las últimas pendientes de nieve dura. Son las 3:45pm cuando llego a la cumbre. Una gran pirca de piedras apiladas y con una viga de madera al centro (al mejor estilo "militar") señala el lugar. También hay tres o cuatro bloques monolíticos de unos 3m de altura y que había podido ver desde cumbres aledañas. Reviso la pirca pero no encuentro nada. Parece que el cerro hace honor a su nombre y ni siquiera testimonio tiene! Luego de la consabida sesión de fotos, me preocupa el largo regreso por el filo y el descenso del canal. 
Una hora más tarde comienzo a desandar el camino realizado. En el descenso voy estudiando desde otra perspectiva el filo recorrido y paso por algunos morros que de ida había esquivado. En uno que llama la atención por su color blancuzco y rocas redondeadas encuentro entre cuatro o cinco piedras una ziploc con el testimonio de Lito Sánchez, Ulises Corvalán y Pablo Vitale. Más abajo en otra cumbrecita encuentro unas maderas tiradas que parecen haber estado tensadas con alambres (al estilo de la que hay en el contrafuerte Este del Banderita Sur). 
Sigo bajando y gracias al gps encuentro nuevamente el atajo de los guanacos para superar el "crux" del recorrido. Sin inconvenientes encuentro la entrada del canal y aprovecho el acarreo al costado del nevé para bajar más rápido. La noche se viene encima justo cuando estoy terminando el descenso y tengo que encontrar el precario puente sobre el río Vacas. Media hora más tarde estoy conversando con los guardaparques sobre los cerros y quebradas que quedan por conocer... 
 

lunes, 28 de mayo de 2012

RELATO HISTÓRICO: PRIMERA ASCENSIÓN A LA TORRE DEL CAMPANARIO EN 1956

Hace tiempo atrás, llegó a mis manos el relato de una expedición al cordón del Portillo realizada en enero de 1956, enviado al Club Andinista Mendoza por Renzo Vidoni. En aquella expedición se realizaron varias "primeras", entre las cuales se destacaba la "Torre del Campanario", objetivo deseado por muchos andinistas de aquella época. A modo de homenaje a aquellos andinistas-exploradores y para rescatar parte de la historia del montañismo de Mendoza, va aquí la publicación de aquellas aventuras. Gracias a Adrián Gallop (hijo de Nigel) y a Renzo Vidoni por apoyar esta difusión (se ha respetado fielmente el documento enviado por Renzo Vidoni).


Tercera Expedición al Cordón del Portillo organizada por el Club Andinista Mendoza Enero 1956
Relatado por Nigel Gallop / Mendoza – Argentina
(Traducción: John Zareba)
Viernes 6 de enero.
Después de haber finalmente empacado todo el equipo pasada la medianoche, a las 6:30 ya me estaba levantando. Era una mañana clara y soleada, típica de Mendoza. Después del desayuno tomé un taxi a la sede del Club, llegando a las 8. El camión ya estaba allí y cargamos las 12 cajas de cartón que contenían la comida, equipo de escalada y remedios. El señor Calpe ya estaba preparando y subiendo su cine cámara. Pasó mucho tiempo para los que se subían aquí al Club llegaran, pero luego de muchas demoras logramos salir. Se juntó un grupo grande de viajeros, incluyendo las chicas y amigos que harían el viaje hasta el Portillo y de vuelta por el día.
Rodolfo Vera no había recibido permiso de su trabajo para poder ir y se uniría más tarde al grupo, pero no lo logró, porque al final no pasó un examen médico que se insistió tuviera. Flury también tuvo que abandonar, porque su padre estaba muy enfermo y trágicamente, murió durante nuestra ausencia.
Pasamos por Godoy Cruz, Carrodilla y Luján, levantando expedicionarios por el camino: primero Silvio, luego Jesús, Renzo, Mike y finalmente Ulises. Casi ninguno de ellos estaba listo, pero una vez saliendo de Luján a las 10:45hs se podía considerar que estábamos realmente en camino. Ahora el calor del día había llegado, sin ninguna nube en el cielo y las montañas casi invisibles en la bruma. Estábamos muy entusiasmados de estar finalmente en camino luego de muchas semanas de preparación. Todos estaban muy joviales. La única preocupación era la cuestión de las mulas. Las chicas hicieron una presentación ceremonial a cada uno de los integrantes de la expedición: dos campanitas unidas atadas con cintas de colores, a cada uno con los colores de la bandera de su país. Rojo, blanco y azul para mí (Reino Unido), Silvio y Renzo en rojo, verde y blanco (Italia), Jesús en rojo y naranja (España), Mike en rojo y blanco (Polonia) y para Calpe, Fernando y Ulises en celeste y blanco (Argentina). ¡Cinco nacionalidades en una expedición! Cantamos por el camino mirando a las montañas que se ponían más nítidas al acercarnos –me olvidé decir que el motivo de las campanitas era en honor al cerro “Torre del Campanario”.
Íbamos ligero sin parar, pasando por Tunuyán, por su avenidas rectas, luego bajo los sauces y álamos hacia el Campo Los Andes, donde fuimos directo a ver el comandante, pero ni pudimos conseguir una entrevista con él, así que continuamos, ahora por caminos de tierra y piedra hacia el Portillo. Hermosas vistas del otro “Campanario” –el Campanario del Pircas, bien a la izquierda. En el Manzano Histórico visitamos el monumento al General San Martín. Pasando el Manzano, el camino estaba bastante malo en muchos lugares, pero llegamos al refugio militar Capitán Lemos a las 2pm y todos bajaron. Hacía calor. Allí tenían cuatro mulas en los corrales, dos de montura y dos cargueras. Se entró en negociaciones con el oficial a cargo para el préstamo de las mulas. Teniendo al capitán Calpe con nosotros ayudó mucho y pronto todo se arregló. Cargamos a las mulas cargueras inmediatamente y dos soldados encabezaron hacia la Aduana con ellas, que estaba a una hora caminata más arriba del valle, mientras que nosotros comimos un  buen almuerzo, descansamos haciendo la digestión cantando y fumando. Esto duró hasta que volvieron las mulas y las cargamos otra vez para llevar el resto. Nos despedimos y recibimos de cada una de las señoritas un beso (un emocionante momento que se filmó) y nuestras compañeras retornaron en el camión mientras que nosotros levantamos las pesadas mochilas y emprendimos la caminata detrás de las mulas. Hacia mucho calor y aunque transpirando mucho, hicimos buen tiempo. Mi frente y brazos inferiores ya quemados con el sol. Había un fuego bien arriba en el valle y el efecto “contra sol” era bastante bello ayudándome en la última etapa hacia la Aduana. Allí nos dieron la bienvenida los gendarmes, quienes tenían preaviso de nuestra llegada desde Mendoza. El sol bajó dramáticamente detrás el gran triángulo de rocas que es el Puntas Negras y se tornó bastante fresco. Tuvimos una linda cena asada, seguido por los mates, las pipas y a la cama.
Sábado 7 de enero.
Jesús Casanova, Renzo Vidoni y Ulises Vitale se levantaron muy temprano y ya habían salido a las 6:30am para marcar y, donde necesario, mejorar la senda y después de la lagunita, hacerla en parte para las mulas, ya en la quebrada de los Arenales. El resto amaneció cerca de las 7am. Galletitas y té para el desayuno. Una mañana brillante sin nubes. Las mulas llegaron un poco tarde del refugio militar lo mismo que los soldados que se durmieron tarde. Yo saqué fotos cuando estaban cargando las mulas y a las 9 salimos. Las mulas estaban a cargo del soldado Álvarez de Córdoba. Yo cargaba una mochila liviana de armazón. Doblamos hacia la quebrada de los Arenales y a las 9:40 paramos por primera vez en un precioso prado en miniatura al lado de un arroyo veloz. Tomamos un sabroso trago de esta agua fresca. El perfume de las flores en la parte baja de esta quebrada es maravilloso, más el sonido del arroyo y el canto de los pájaros. En esta mañana la gocé más que nunca. La próxima etapa era el pasaje por el gran acarreo que bloquea el valle bajo la Lagunita, de unos cien o más metros de altura. Aquí tuvimos grandes dificultades con las mulas, más que nada porque nuestros marcadores de senderos perdieron la ruta más fácil y nos dirigieron a unos grandes pedregullos difíciles de pasar. Más de una vez las cargas de las mulas se deslizaban, lo que hacía que teníamos que desembalar por completo y reajustar las cinchas, poniendo todo el equipo de nuevo – una tarea larga y fastidiosa. De todas maneras, llegamos arriba bajando hacia la Lagunita donde por 1 hora y 15 descansamos y almorzamos. Había un zorro gordito y bien saludable husmeando entre las rocas luego donde comimos, sin temor a nosotros que estábamos apenas a 10metros. Una mula perdió una herradura por lo que tuvimos que dejarla atada allí y distribuir su carga entre las otras tres. El próximo tramo hasta la Ciénaga también era muy pedregoso y continuaron los problemas con las mulas y sus cargas. Sin embargo, a esta altura, la zona es una de las más pintorescas de la quebrada, con áreas cubiertas de florcitas de todo color: rojas, blancas, amarillas, celestes y el arroyo con cascaditas casi continuas, con espuma blancas y siempre con el fondo de los inmensos cerros de rocas rojizas. Recién alcanzamos la ciénaga a las 3:30pm. Aquí se ven los pastitos por última vez y aparecen los grandes picos atrás, imponentes, en especial la pirámide puntiaguda del Gemelo Norte.
Luego, con más problemas con las mulas, dos que tenían lesiones en sus panzas por el roce con las rocas ásperas, llegamos al pie de la gran morena. El grupo de avanzada nos había esperado en la ciénaga así que ahora estábamos todos juntos de nuevo. Logramos hacer llegar una mula parte de la subida de la morena, pero las otras dos no se movían por nada – que no es sorprendente por el terreno empinado difícil y con su heridas, una ya sangrando mucho de su costado por lo que Calpe le puso una venda. 6pm: Silvio, Fernando y yo teníamos que bajar a la Aduana y traer el segundo contingente de mulas al otro día, así que comenzamos a bajar con Álvarez y las mulas, mientras que los otros se preparaban para pasar la noche allí en las morenas. El trabajo de ellos para el próximo día sería de llevar las cargas traídas por las mulas desde debajo de las morenas hasta arriba y comenzar a preparar el campamento base. Descendimos rápido, cada uno trayendo una mula y recogiendo la cuarta mula que había quedado en la lagunita. La mula mía era muy haragana y sus mañas me hicieron enojar bajando el gran acarreo. Allí decidió que quería pasar la noche. Comencé a tirarle rocas a su trasero y eso al fin tuvo reacción y cada vez que paraba, otra vez con la piedra le daba (a la RSPCA – sociedad de protección de animales de mi país – no le hubiera gustado esto… pero fue la única solución). Esta era una mula carguera, así que no tenía montura solo el armazón para la carga, que traté de montar, pero resultó muy incómodo por lo que preferí caminar. Logramos llegar a la Aduana antes que anocherciera a las 9pm. Me sentía muy cansado y tenía un pie por ampollarse, por lo que luego de cenar y fumar mi pipa, a las 11:30, me fui a dormir.
Domingo 8 de enero
Me desperté a las 7:30 cargando las cosas que llevaba y saliendo a las 9:30, esta vez solamente con dos mulas (una con montura y otra carguera) y con otro soldado. Soldado Castellino, también de Córdoba. Era otro día caluroso y con menos brisa. Mi carga no era mucha. Esta vez tomamos la ruta correcta por el acarreo, por lo que fue más fácil, salvo que tuvimos que desembalar y cargar las mulas dos veces. Lo que pasa es que esta mula es muy astuta: cuando la atan, mantiene sus pulmones llenos así la cincha esta a su comodidad! Esto por supuesto significa que más adelante comienza a desplazarse su carga hacia un costado. En una de estas operaciones de recargar la mula rompí el vidrio de mi reloj (que era de mi padre), por lo que tuve que guardarlo con cuidado para no romperlo más. Ni Silvio, ni Renzo tenían relojes así que cuando estábamos apartados de los demás no sabíamos bien la hora. Almorzamos en la Lagunita, esta vez sin ver el zorro, entre las 12 y 12:45 y luego con bastante rapidez seguimos hasta la Ciénaga y al pie de la morena, adonde llegamos a las 2:45pm. Desde allí Castellino bajó las mulas perdiéndose finalmente de vista. Descansamos media hora y luego cargamos lo más que pudimos. Paso por paso ascendimos la morena, arriba de la cual, en una pequeña planicie a nivel encontramos a los demás con todo el equipo. Nos tomó una hora y cuarto para subir la morena, mientras que si no hubiésemos tenido la carga pesada se hacía en 20 minutos. Nos habían visto llegando y tenían la sopa lista. Luego todos nos dedicamos a nivelar lo mejor posible, sacando las piedras, etc. Formando cuatro espacios para las carpas, una al lado de otra. La de más arriba era la carpa de la Fuerza Aérea, de Calpe con Mike, luego la de Silvio y mía, un poco más abajo la de Jesús y Fernando y la de más abajo la de Renzo y Ulises. Era un pequeña villa! La luz del atardecer iluminaba las enormes paredes de rocas y sus puntiagudos picos, algo hermoso, parecía tornarlas en furiosas llamas, especialmente uno que bautizamos “La Botella” un par de años atrás, gloriosa torre que dominaba nuestro campamento. Unos 200 metros más allá estaba el sitio donde acampamos hace un año para hacer el “Tres Picos de Amor” y que parecía que lo hubiésemos dejado recién ayer en ese estado. La altura de nuestro campamento era de 3688 metros de altura de acuerdo al altímetro. La aduana se encontraba a 2469 metros de altura. A las 7 pm bajamos al pie de la morena para recoger el resto de los víveres y equipo de escalada, siendo mi carga dos latas de 5 litros de alcohol. Luego cenamos cada unos en sus carpas. Calpe, siendo el doctor de la expedición, se puso a trabajar en un furúnculo de Mike y a tratar el dolor de muelas de Silvio. A dormir a las 10:30pm en una noche de viento. Yo me encontré de nuevo con sueños fantásticos que se me dan en las alturas, esta vez conectado a una doncella de Siria y terminando con un vuelo de avión por la calle San Martín de Mendoza y parando en cada esquina para bajar personas…
Lunes, 9 de enero
Me arrastré fuera de la carpa a las 8:45. Silvio ya había desayunado, así que me lavé la cara, limpié los dientes (menciono esto porque creo que fue la última vez que pude hacerlo) y me preparé un desayuno con “Yumil” (un tipo de cocoa) y galletas. Habíamos traído cocinitas de alcohol para cada miembro de la expedición y estas trabajaban muy bien –costaron menos de 3 pesos cada una. Esta era una mañana clara con sol y con el viento aminorando pronto entré en calor teniendo que sacarme unas prendas. Ayudé con varias tareas y me sentaba a cada rato para escribir en mi agenda en el solcito. Izamos una banderita del club en una varilla sobre un montículo que sobre veía el campamento y construimos un almacén y una cocina con rocas además de un refrigerador hecho de nieve.
Durante la noche, un animal, que en ese momento creímos era un puma, pero más bien debe haber sido un gato montés, devoró dos kilos que queso que teníamos y cuatro chorizos grandes tipo Cracovia. Almorzamos todos juntos con sopa de tomates, pescado, cebollas y carne enlatada bien picante.
En la tarde nos fuimos a caminar hacia arriba de la quebrada sobre muchas lomas de morenas, cruzando lo que llamamos “el gran anfiteatro”, pasando una linda cascada hacia el pie del pico Pirquitas y hacia el paso de acceso  al Gran Glaciar. En cierta manera esto fue como un viaje de reconocimiento. Yo estaba con Mike, Renzo y Ulises.
Nos dimos cuenta que había una subida empinada para acceder al Gran Glaciar. Tuvimos magníficas vistas del Gemelo Norte, que se veía imposible subir de este ángulo, y además de un bello cerro virgen con mucho hielo (sin nombre) vecino de los Tres Picos que se mencionó como el Fraile “Panzón”, como era parecido al Fraile pero más gordo. Yo preferí llamarlo el “Vecino Blanco”. Nos juntamos con el resto para visitar un hermoso lago de aguas celestes verdosas que encontramos en una olla de las morenas con el Gemelo Norte de fondo. Volvimos al campamento a las 4pm charlando sobre nuestros planes para el futuro inmediato. Decidimos instalar un campamento base de avanzada en el Gran Glaciar antes de intentar las cumbres porque el presente campamento base estaba demasiado abajo y demasiado lejos. En el día siguiente, Renzo, Silvio y yo subiríamos al Gran Glaciar con sólo carga liviana buscando un sitio donde poner el campamento, mientras que los otros traerían las cargas pesadas (mayormente comida) hasta el pie de la subida empinada al final de las morenas. Comimos cada uno en su carpa esa noche, Silvio y yo sopa de carne y tomate, porotos fritos y copos de maíz con leche caliente. Esa noche me entró un dolor de cabeza con un poco de diarrea. En el medio de la noche nos despertamos todos con un grito de “puma, puma!” de al lado. Saqué la cabeza de la carpa lo mismo que otros y de más lejos abajo se escuchaban voces medias dormidas preguntando que pasa. Calpe aseguraba que algún animal, que asumió era un puma, estaba tratando de entrar a la carpa, raspando sus zarpas. Esto es lo que mantuvo, que lo soñó o imaginó no sabemos, pero sí que causó algo de que reírnos.
Martes, enero 10
Con el tiempo claro, nos levantamos a las 7:45pm. Pienso que salimos con Silvio y Renzo entre las 9 y 9:30. Yo cargué con equipo de escalada y cosas personales no muy pesadas y con una lata de 5 litros de alcohol montado todo en la mochila de armazón. Subimos lentamente las morenas que eran enormes e interminables, descansando frecuentemente, y parando para almorzar sardinas (creo que era la dieta usual). Hacia el pie de la subida empinada, las morenas se transformaron en campos de penitentes. Nos alegramos notar que estos penitentes eran en general de menor tamaño este año que en 1954 y 1955, debido quizás por la tardía llegada de este verano. La subida final era muy empinada y consistía de acarreo flojo y rocas sueltas. A medida que ascendimos el espectáculo hacia el oeste y norte se abría cada vez más grande, expandiéndose. Bien enfrente se veía el grupo de los Tres Picos de Amor, increíblemente bellos (yo pensando por dentro: qué privilegio es aquél de haber sido el primero en sentar pie en esos picos tan llenos de gracia!) y más al fondo se veía la masa blanca del Cordón de las Delicias (sin explorar todavía) y los cerros distantes Tres Mogotes y el macizo del Plata. Debajo de nosotros, y ahora viéndose con mucha profundidad, se encontraba la Quebrada de los Arenales, que baja hasta el Valle del Portillo y más abajo, bien al fondo, ese celeste océano que es la pampa argentina. Un poquito arriba de nosotros estaba la pared de hielo que es el borde del Gran Glaciar, pero pudimos evitarlo yendo por la izquierda y pronto ya estábamos caminando sobre el borde mismo del glaciar. Como se elevaba como una loma de hielo más adelante y hacia el centro, tuvimos que caminar unos 200metros para ver exactamente donde estábamos. Este fue uno de los momentos mayores e imposibles de describir de la excursión y de la toda mi experiencia en la montaña: el momento en que montamos el Gran Glaciar. Sólo puedo decir que fue como si saliéramos de este mundo y entramos a otro infinitamente enorme, infinitamente alto, remoto, frío, limpio y permanente. Detrás nuestro estaba el portezuelo por donde entramos, la profunda depresión de la quebrada, y detrás: las nieves de los Tres Picos de Amor – y acabábamos de entrar a una amplia planicie congelada con suaves ondulaciones, rodeado en todos lados por impresionantes picos. Este es el verdadero corazón del Cordón del Portillo – un corazón helado y solitario, muy remoto y separado del resto del mundo. Los picos en sí son magníficos alcanzando un cielo de nubes cirrus angostas: los enormes Gemelos, el par de cúspides del Fiala, el castillo de granito que es el Campanario, su parte superior, que aparece detrás de un cerro de menor envergadura enfrente y otros grandiosos cerros aún siquiera sin nombrar. Fue un momento que me impresionó en todo sentido. Ofreciendo datos más precisos, el Gran Glaciar debe tener entre 10 y 15 kilómetros de longitud total, en forma de “L”. Nace en la cara noreste del Gemelo Norte y fluye en dirección noreste hasta más o menos su mitad, donde dobla bruscamente hacia el sur, terminando en la quebrada del Campanario, que descubrimos el año pasado. Estábamos ahora en el borde exterior justo donde se dobla. Con alivio notamos que aquí los penitentes eran pequeños, un detalle muy importante ya que hay que atravesar el glaciar para llegar a los distintos cerros en los que estábamos interesados. Me ocupé en sacar fotos, algunos desde el glaciar mismo y otros desde un promontorio rocoso. Dejamos el equipo que trajimos en un lugar seguro y tomamos en cuenta posibles sitios para las carpas en una banquina de rocas cerca del costado del glaciar y luego, a regañadientes (por lo menos en mi caso), comenzamos a bajar… más bien, físicamente, porque espiritualmente yo me había quedado allí arriba en el glaciar. Bajamos con facilidad en 2 o 2 1/2 horas, pasando nuevamente por la hermosa lagunita hacia el campamento base. Los otros ya habían llevado su carga al pie del paso. Cené con Renzo y Silvio (habíamos llevado nuestra carpa al glaciar así que me mudé con el Renzo reemplazando a Ulises, quien se fue con Jesús y Fernando, mientas que Silvio entró con Mike y Calpe) consistiendo la cena en ensalada de porotos, sopa de porotos y copos de arroz con leche. Me sangraba mucho la nariz, quizás por haberla soplado demasiado fuerte. El hecho es que había adquirido un fuerte resfrío, no sé cómo ni dónde, y era un maldito inconveniente porque entre otras cosas no me permitía dormir bien. Esa noche había un cielo rojo enojado con nubes bajas jugando siniestramente entre los picos y no teníamos mucho optimismo con respecto al tiempo para el día siguiente.
Mike, Renzo y yo nos pusimos a cantar, primero con el fuego afuera y luego dentro de la carpa, donde Mike nos brindó con unas movidas polcas polacas!
Miércoles, enero 11
Me levanté con el sol, el tiempo manteniéndose claro. Todos en el campamento estaban empacando y me hice el desayuno. Dejaron una carpa armada, la de Calpe, y dentro de ella metimos todo lo que no llevamos hacia el glaciar. A eso de las 10:45 salimos todos, luego separándonos en grupitos. Mike, Renzo y yo formamos un grupo, seguidos por Calpe que andaba lento y con dificultad. Teníamos una carga mediana e íbamos a paso cómodo, pero Calpe se iba quedando atrás. Nos juntamos todos en el lugar donde dejamos la comida, al pie del ascenso final.
Descansamos un largo rato y lo esperamos al Calpe, quien se veía muy abajo como un puntito en las morenas con los prismáticos. Sin embargo logró llegar. Aquí dividimos la comida en tres porciones: una para Jesús, Fernando y Ulises, otra para Renzo, Silvio y yo, y otra para Mike y Calpe. Renzo, Silvio y yo decidimos hacer un gran esfuerzo y llevar todo en un viaje al próximo nivel, agregando la comida al equipo que ya llevábamos. Bueno, créanme, fue más que un gran esfuerzo! No sé cuanto pesaban nuestras cargas pero nos rompían las espaldas siendo un enorme sacrificio llegarnos arriba por lo empinado y el acarreo suelto, pero lento, lento lo logramos. Era realmente un hermoso atardecer cuando llegamos al paso por donde entramos al glaciar  por segunda vez. El otro grupo no había traído todo su equipo, dejando parte para el día siguiente. Cada equipo buscó lugares fáciles de nivelar y se levantaron 3 carpas, esta vez bastante apartes. La nuestra estaba situada parcialmente sobre roca y nieve pero como teníamos los colchones inflables – estos eran hechos en casa – esto no tenía mucha importancia. Cuando el sol bajó detrás de los Gemelos, la temperatura bajó muchísimo y nos metimos en las carpas: La altura de este campamento era de 4404 metros. Yo tenía un fuerte dolor de cabeza y me continuaba sangrando la nariz, salpicando todo con sangre, el anorak, la carpa, en las piedras y no podía ayudar cuando preparábamos los sitios para las carpas, aunque traté. Silvio hizo una sopa de carne y tomate delicioso para la cena y con eso adentro nos fuimos a dormir.
Jueves, enero 12
Otro día claro más… (si a este punto piensa que este hermoso clima es monótono, espere un poco, porque las cosas estaban por cambiar!) Nos tomamos el tiempo con todo, empacando, bajando las carpas y guardando todo en mi bolsón que quedaría atrás. A eso de las 11:00 nos despedimos y nuestro grupo salió. Nuestro objetivo: Los Gemelos. Cada uno llevaba una mochila de asalto bien cargada. Entramos lenta y penosamente al Glaciar, agradeciendo a Dios que los penitentes eran pequeños y apuntamos hacia los Gemelos que se erguían bien en la esquina final del glaciar, de donde nace. Tratamos de mantener una línea recta, pero había que tener en cuenta los contornos del glaciar y la altura y el grosor de los penitentes y hacer que nuestra subida era gradual, evitando los grupos de penitentes altos. Lentamente nos separamos del paso, bordeando ahora las banquinas del Pirquitas a nuestra derecha, luego corriéndonos más hacia el centro del glaciar hacia el pie del doble pico Fiala y luego volviendo hacia el segundo y más alto de los dos pasos que dan acceso  al Glaciar desde el tope de la Quebrada de los Arenales. Este paso más alto fue el que utilizó el CABA, el año pasado cuando llegaron al Gran Glaciar por primera vez y subieron el Pirquitas y el Fiala. Nos tomó cerca de 2 horas llegar aquí desde nuestro campamento en el Glaciar. Ahora descansamos sobre unas rocas al pie del Pirquitas y almorzamos – sardinas, turrón, etc. La vista al fondo del macizo de los Tres Picos de Amor de este paso es especialmente bella, y estábamos casi en la sombra del Gemelo Norte que domina este punto más alto del glaciar. Desgraciadamente las nubes comenzaron a juntarse en el norte y oeste, viniendo de Chile – un mal signo. Emprendimos viaje nuevamente dejando un camino bien marcado entre los penitentes, los cuales habían aumentado de tamaño al incrementar la pendiente y ascendimos lentamente hacia la gran grieta que defendía nuestro cerro. A esto, el cielo se había nublado por completo y las nubes pronto estaban rozando las cumbres de los picos más altos. Comenzó a nevar y aunque era temprano en la tarde (probablemente entre las 4 y 5pm) decidimos que era tiempo de hacer campamento. Entramos a trabajar haciendo una plataforma de lo que era realmente una pendiente de penitentes y nos tomó mucho trabajo con las piquetas. En este nivelado armamos la carpa, anclándola con clavos en el hielo y nos metimos adentro. Esta labor me trajo de vuelta mi dolor de cabeza, bastante fuerte. Cenamos con galletas, un poco de pan con miel y una taza de té cada uno. Luego nos acostamos y charlamos por mucho tiempo, mayormente sobre montañas. Al anochecer, cuando miramos fuera de la carpa, las nubes se despejaron temporalmente revelando una vista drámatica del glaciar bajando hasta la curva. El glaciar mismo estaba en la sombra pero los grandes picos alrededor _ Pircas, Fiala Campanario y otros sin nombres resplandecían en puesta del sol. A pesar del frío fotografié la escena antes de dormir – pero deseaba haber tendido película en color para grabar el blanco, turquesa y rojo. Era una escena enojada y escabrosa. La noche era helada e interminable y no podía dormir debido al dolor de cabeza – la peor noche pasada (aparte de otra) en esta expedición. La altura aquí: 4800 metros (exactamente la altura del Mont Blanc en los Alpes).
Viernes, enero 13
Mi primera vista abriendo la carpa en la mañana era tan hermosa como la noche anterior, pero con la luz y coloración bastante distinta. El glaciar estaba iluminado por el sol y la distribución de la brillante luz con las sombras era lo opuesto a la noche anterior, siendo los colores negros y plateados.
Había un mar de nubes relucientes en el horizonte, pero había nubes menos atractivas sobre nosotros y nuestro cerro tenía su punta cubierta. En realidad no parecía que el tiempo era muy propicio. El desayuno consistió de una taza de cocoa y dos galletas, y, como en la noche anterior, nos tomó bastante tiempo prepararlo, porque la nieve tenía que ser derretida para tener agua. Se necesitaba mucha nieve para hacer un poquito de agua, luego hay que hervirla – y seguir hirviéndola por bastante tiempo hasta que esté realmente caliente (a esa altura el punto de ebullición es mucho menor que cuando se está al nivel del mar). No salimos sino hasta recién las 9:30am pienso y yo tenía mi dolor de cabeza hasta el momento en que salimos pero se fue apenas comenzamos a subir. Era una empinada y larga subida por los penitentes, pero ganamos bastante altura rápidamente, pasando por la gran grieta y entrando a la galería entre las paredes de rocas llena de penitentes que corta por el medio de esta cara noroeste viniendo casi desde la cumbre, y el cual identificamos como la obvia vía de ascensión tan pronto la vimos desde lejos. La galería gradualmente se hizo más angosta y luego se bifurcó y tomamos el brazo izquierdo que iba más directo. Me imagino que el ángulo de la pendiente era de 45 a 50 grados, pero parecía más. Si hubiese sido liso, de nieve dura o hielo, hubiera sido difícil y peligroso, pero estos penitentes hicieron una especie de escalones naturales así que no tuvimos que usar las (piquetas*), el encordado ni los grampones. El tiempo se cerró, y perdimos vista del paisaje fuera de lo que era la hondonada o galería entre las rocas por donde subíamos, excepto el ocasional vistazo cuando las nubes se despejaban un poco. Descansamos y comimos una lata de sardinas. La galería se puso muy empinada y las rocas del costado se iban cerrando así que sabíamos que estábamos cerca de la cumbre, y allí justo, detrás de un borde de una roca, bien arriba sobre nuestras cabezas vimos una punta contra el cielo gris: la cumbre. La última parte era casi vertical, una pared de nieve dura que había que negociar con cuidado (hicimos escalones con las piquetas). La cumbre resultó ser una cresta afilada de nieve de unos 10metros de largo suficientemente ancha como para sentarse, con ambos costados cayendo y desapareciendo en las nubes abajo como para dar escalofríos. Era realmente una cumbre perfecta, el tipo de cumbre que todos los cerros tendrían que tener! Estábamos en nubes densas sin ver mucho más allá, pero por suerte no había viento – si hubiera habido, no hubiéramos podido permanecer allí más que unos segundos tan precariamente expuestos. La altura era alrededor de 5410metros. Gracias a la falta de viento no hacía tanto frío y pudimos llenar el libro de cumbre y sacar fotos sin inconveniente. Me fotografiaron con una banderita del “Club Deportivo Banco de Londres, Mendoza” que dejamos junto con el estandarte de nuestro Club y el libro de cumbres bajo una piedra en un montículo que hicimos sobre las rocas más cercanas a la cumbre. Ocasionalmente tuvimos vistas del cruce (el “ridge”) que une el Gran Gemelo, que debe tener unos 100 metros más de altura que este Gemelo Norte. En dos ocasiones vimos al Gran Gemelo mismo, un enorme fantasma gris. Por supuesto esperábamos hacer este cruce y alcanzar esa cumbre también, pero el mal tiempo no lo permitía. El filo (el “ridge”) que une estos picos es obviamente largo y difícil pero estoy seguro que aquel que los haga primero va a tener una regia subida. Eran como las 1pm y estuvimos allí arriba más o menos media hora. Tomamos la precaución de encordarnos para el comienzo del descenso porque cualquier resbalo seria por un trecho largo y rápido, pero tan pronto llegamos al tope de la galería desencordamos y descendimos rápido hasta nuestra carpa. Ahora nevaba copiosamente. Desmantelamos la carpa, empacamos y continuamos bajando el glaciar hasta el campamento del Glaciar. Cuando pasábamos enfrente del Pirquitas pudimos ver el otro grupo, que consistía en Jesús, Fernando, Ulises y Mike, que hicieron el 2ndo ascenso y travesía de este cerro, y saludábamos con gritos y moviendo los brazos. A las 5pm llegamos de vuelta al campamento donde Calpe nos recibió y produjo el vodka de Mike para revivirnos y celebrar nuestro éxito. Luego levantamos la carpita nuestra. Hacía bastante frío y soplaba el viento y seguía nublado. Hicimos sopa vegetal y un plato de espinaca enlatada, seguido por una bebida caliente y galletas – todo liquidado bastante ligero. Debería explicar que a este punto de la expedición que era obvio que algo no andaba bien con la cuestión de nuestros víveres este año. Lo que pasa es que se trajo demasiada comida enlatada y al abrir una lata se comía muy rápido y no teníamos ciertas cosas básicas como azúcar, galletas, cubitos para sopa, etc. Cosas que no pesan y que rinden más. El resultado fue que realmente ahora teníamos poca comida y había que racionarla con cuidado. Es muy difícil calcular de antemano la cantidad para llevar porque no se sabe cuanta hambre uno tendrá o para cuanto tiempo. Por un lado, no se quiere llevar de más por el peso, pero por el otro, no se quiere pasar hambre tampoco. Esta vez, con raciones, duró justo. Volviendo a la narrativa…luego de comer, prendimos las pipas, yo escribiendo en mi agenda y hablando de los planes para el Campanario. Algo que trajeron varios miembros fueron harmónicas, pero no se tocaron porque realmente este viaje no nos dio muchos descansos y además se dejaron en el Campamento Base, habiendo traído sólo los esenciales a este Campamento del Glaciar. Calpe me había dado unas píldoras para el refrío que me quitaron el dolor de cabeza, un verdadero alivio. También nos dio vitaminas y tabletas para la presión de sangre y no habiendo mucha comida, estas píldoras eran como alimento! Los otros llegaron del Pirquitas al atardecer. Tuvimos una noche de viento pero dormí bien.
Sábado, enero 14
Me quedé hasta tarde en mi bolsa de dormir, en realidad los tres de nosotros nos levantamos tarde. Cuando salimos de la carpa era una mañana clara, aunque todavía con viento. Ahora teníamos que fijar nuestra atención a la Torre del Campanario y nos fuimos a la carpa de Jesús a planear la ascensión, y es aquí donde la expedición comenzó a desintegrarse…Debo indicar aquí que ya sentíamos que Jesús resentía el hecho que trabajásemos casi independientemente y ya había tenido desacuerdos con Mike y Calpe. Debo explicar además, algo sobre el carácter de Jesús. Jesús es por dentro un hombre muy bueno y puede ser – en realidad siempre lo es – muy encantador y chistoso, especialmente a la vuelta en la ciudad. Él es uno de mis mejores amigos y es de primera clase para organizar expediciones, siendo muy práctico y con mucha experiencia. Pero (y es un “pero” grande como verán), tiene los atributos de dictador, especialmente en las excursiones, pues trata de controlar y dominar todo (recordándome a veces a un sargento de la armada), siendo muy terco. Es imposible tener una discusión sensible y seria, o bien democrática con él. Nunca he visto que admitiera algún error o que cambiara de parecer al ser presentado con ideas mejores. Mentalmente, su reacción ante diferencias de opinión es casi violenta. Esta actitud autoritaria o bien totalitaria mostró él en todas las previas expediciones, pero siendo aquellas excursiones menores y consistiendo de gente como Renzo y yo, Ulises y Flury, que eran sus amigos y con temperamento tranquilo, nunca dejamos que esto causara problemas, ni con rebeliones pasivas. Es más, de vuelta en la ciudad nos olvidábamos, sólo recordando los éxitos y Jesús volviendo a ser el jovial amigo. Bueno, regresando adonde estaba, teníamos un plan para el Campanario que se formó por el hecho de que nos estábamos quedando sin comida y también porque el tiempo estaba tan inseguro. Estábamos convencidos que se tendría que atacar al cerro lo antes posible. Nuestro plan era de bajar por el glaciar con nuestra carpa, el equipo y la comida. Al pasar por el Campanario lo estudiaríamos para buscar la mejor ruta posible, si era por la parte norte o el lado sur y hacer la subida el día siguiente mismo. Jesús, por el otro lado, quería hacer el reconocimiento directamente saliendo desde el Campamento del Glaciar y volviendo aquí al atardecer, saliendo definitivamente a subirlo al día siguiente con las carpas, etc. De esta manera perdiéndonos todo un día. Estábamos muy en contra de este gasto de valioso tiempo que nos perdería la conquista del cerro (en realidad hubiera sido el caso), y de todas maneras la situación con la comida no nos lo permitiría. Cuando le mostrábamos las ventajas y nuestras razones de hacerlo así, más estaba Jesús en contra de nuestro plan y al final tuvimos que decirle que no podíamos esperar y que saldríamos solos. Pudimos permanecer tranquilos y normales, pero Jesús estaba furioso y resentido. Cuando terminamos de prepararnos y nos fuimos a despedir de él, nos informó que su grupo (Fernando y Ulises) no irían al Campanario. Una decisión tonta y violenta que nos entristeció. La verdad es que bien ellos hubieran podido venir con nosotros pero la testarudez de Jesús les costó el Campanario. Jesús tiene que planear todo y dirigir todo él mismo, no tiene tiempo para ideas u opiniones de otros, pero esta vez la excursión era demasiado grande para que tuviera el control total. Nuestra rebeldía fue penosa y tratamos de hacerlo con suavidad y si la excursión hubiese sido genuinamente democrática y “entre amigos” como tendría que haber sido, no hubiéramos tenido que separarnos así. En la excursión hubo muchos argumentos siendo Jesús la causa de todos, pero las relaciones entre el resto de nosotros no podían haber sido mejor. Bueno, me quedé demasiado con este tema, pero lo cuento porque influenció el curso de eventos de aquí en adelante y de lo cual quiero olvidarme, que no es fácil porque nos dolió, tanto a mí como al resto de nuestros compañeros. Basta! A eso de las 2pm salimos con los buenos augurios por lo menos de Mike y Calpe. Era una tarde hermosa con grandes grupos de nubes moviéndose detrás de los picos y el sol y las sombras alternando sobre la gran superficie del glaciar. Nuestra dirección de marcha era con rumbo sur hacia la Quebrada del Campanario y estábamos pasando por la parte más ancha del glaciar, donde dobla. Hacia nuestra izquierda se elevaban los picos sin nombres que yo llamaba en mi mente “La Gran Barrera” (comparándolos con el “Grand Barriere” del macizo del Annapurna) que es la porción central del cordón Pircas, mientras que las cumbres de la parte de arriba del glaciar: Gemelos, Fiala, Pirquitas, iban quedándose lejos de nosotros. Ahora, enfrente de nosotros a la derecha, había una cumbre sin nombrar que escondía al Campanario, y al cual Mike salió solo a escalarlo en la mañana. Él debe estar en la cumbre ahora. Al ir pasando este cerro iba apareciendo el gran castillo del Campanario al que devoramos con los ojos. Ésta era la cara noreste que nunca habíamos visto (ni, además, ningún otro ser humano),  y lo primero que vimos fue una ruta de ascensión en esta cara, usando una galería prominente que nos dejaría en la parte arriba del borde del este del cerro, el camino a la cumbre. Decidimos que era posible hacer todo en un día. Bueno, nuestro plan resultó el correcto. Al próximo día atacaríamos el cerro, mientras que si hubiésemos seguido el plan de Jesús, ahora volveríamos de vuelta al Campamento del Glaciar, volviendo el próximo día para hacer esto – perdiendo todo un valioso día. Comenzamos a buscar un sitio para nuestra carpa, encontrando uno en una pequeña isla de pedregullos entre los penitentes en el costado del Gran Glaciar, con los enormes despeñaderos del Campanario arriba nuestro. Sobre el otro lado del glaciar se erguía el pico más lindo de la “Gran Barrera”, una verdadera catedral de roca con las agudas líneas del Chartres (enorme catedral de arquitectura gótica en Francia), mientras que el Cuerno de la Luna del año pasado ocultaba a la quebrada del Campanario. Nivelamos las piedras y rocas con esmero y levantamos la carpa allí. La cena consistió de sopa de vegetales, seguida por un plato de carne con verdura, el último plato caliente por dos días. Me costó dormir, pero esta vez no era por el dolor de cabeza, sino pensando en el mañana. Me dí cuenta que los otros dos tenían el mismo problema, estábamos bastante entusiasmados y me imaginaba que tensos. Al fin nos dormimos.
Domingo, enero 15
Nos levantamos bien antes que saliera el sol, determinados a salir temprano, hasta salimos sin tomar nada caliente. Renzo y Silvio encontraron sus botas heladas y húmedas por dentro a pesar de tenerlas dentro de la carpa. Yo había usado las mías como almohada y por eso no estaban tan duros y no tuve que calentarlas con las cocinitas de alcohol (como los otros dos). Salimos llevando sólo lo esencial para un día, antes que llegara el sol a la carpa, comenzando por unos escarpados acarreos, muy empinados y sueltos, bastante horrendo. Cuando llegamos adonde había sol, paramos. Silvio tuvo un ataque de diarrea bastante feo y sus pies, y los de Renzo estaban sin sentido. Después de todo, la idea de salir temprano no fue tan buena…Con el solcito y sacándose las botas, comenzó a circular la sangre en los pies de Renzo y yo veía que estaba en agonía, casi llorando de dolor – eso significa que debe haber dolido muchísimo, pues Renzo tiene más agallas que nadie que conozca. Le hice masaje a los pies de Silvio por un rato largo y tuvo un poco de reacción pero no mucha. Después de una hora los otros se pusieron sus botas y continuamos por el acarreo y la roca podrida que había aquí, siempre en ángulo empinado, hasta que alcanzamos los penitentes del glaciar amplio suspendido que toca la punta noreste del Campanario.
Estábamos todos cansados y débiles (habiendo estado continuamente activos por varios días y sin comer lo suficiente durante los últimos cuatro), pero Silvio estaba peor, luego que su diarrea le quitara fuerza, su entusiasmo desapareció. El hecho es que él no tiene la fuerza mental de, digamos Renzo, y tenía la inclinación de quejarse y ser un poco pesimista en todo. A veces sus quejas me molestaban, especialmente cuando estábamos todos en la misma situación (¡cargas pesadas, frío, hambre!), pero es mejor no decir nada de mi parte, pues puede ser que uno mismo tenga cosas que molesten a los demás… Bueno, nos movimos laboriosamente por entre los penitentes del glaciar suspendido sin ganar ni perder altura hasta que llegamos al pie de la gran pared que era el frente de nuestro cerro. Habíamos estudiado cuidadosamente este frente desde el glaciar y decidimos evitar la subida por la galería donde las rocas tenían una capa de hielo y nieve, e ir más bien un poco por la derecha donde divisamos una buena ruta por la cara que estaba más seca. Esta frente se erguía  desde el glaciar mismo y desde los penitentes pasamos directamente a la roca misma. Como comienzo de ascenso era impresionante. Nos acomodamos en una cornisa a los 2 metros de altura. Eran como las 12 del mediodía y fue un momento decisivo.
La cosa era que el tiempo, que hasta ahora estaba bueno, comenzó a nublarse, así como pasó antes en el Gemelo Norte. Por otro lado, Silvio dijo que no iba a proseguir porque no se sentía bien. Bueno, Renzo y yo tratamos de convencerle de seguir, rogándole, puteándole, acusándolo de miedoso, simpatizando con él, etc.…todo!
Mientras esto ocurría estábamos comiendo turrón, chocolate, galletas, pasas de uva. Con la idea de que estaríamos de vuelta en el campamento al atardecer comimos casi todo lo que teníamos, que no era realmente mucho, para darnos fuerzas para la subida. Silvio al final se dio por vencido ante nuestras súplicas y accedió continuar con nosotros. Fue un alivio! El tipo de roca del Campanario era algo bastante distinto de lo que había visto en otras partes de la cordillera, uno de los granitos más puros, hermosos y maravillosos que he visto, con enormes bloques y fisuras verticales, con lindos puntos de agarre para la escalada en todos lados y cornisas para hacer pie y sostenerse. Se podía hacer cualquier cosa sin preocuparse por lo expuesto y la inclinación casi vertical (y era ambos!). Nos encordamos con Renzo como líder, Silvio en el medio y yo en la retaguardia. Todavía nos sentíamos un poco débiles, pero comenzamos a subir. Por supuesto que nuestros movimientos, a veces agotadores, demandaba enorme esfuerzo debido además por la altura, pero debo decir honestamente que nunca he gozado tanto de una subida como ésta. Era hermoso, y la roca simplemente perfecta. El glaciar rápidamente quedó bajo nuestro y pronto a mucha distancia allá abajo. El tiempo, gradualmente y casi imperceptiblemente iba empeorando y se tornó frío y gris. A los 120 metros arriba hicimos travesía hacia la galería por una angosta cornisa, la más expuesta y ventosa parte de la subida. Debo decir que Renzo nos guió magníficamente. Continuamos ascendiendo otros 30 metros más o menos, muy escarpado (casi vertical) y entrando en la parte arriba de la galería. Me olvidé mencionar que Renzo clavó dos pitonisas en una parte difícil por seguridad y tuve que sacarlas con bastante trabajo, pero fueron las únicas que tuvimos que utilizar en la montaña. En la parte arriba de la galería, donde había penitentes y llegando hasta la orilla del costado del este, ya no había mucha pendiente. Pero a este punto la escalada se puso más serio, pero sin dificultad técnica como en la primera parte. Esto  se debía primeramente  por la acumulación de nieve sobre las torres de roca y segundo por el tiempo que empeoraba. Estábamos ya en nubes espesas, hacía mucho frío y nevaba. Teníamos la esperanza que esta cornisa iba a ser fácil, pero no, consistiendo de varias torrecitas de roca que emergían en la neblina. Algunas se tenían que subir y otras pasar por el lado sur, pero solamente haciendo los pasos con la piqueta en la nieve dura y hielo para poner los pies en costados de bastante pendiente y peligrosos. Por suerte yo había traído mi piqueta, mientras que los otros dos las dejaron al pie de la cara noreste, y esto nos salvó. De vez en cuando la neblina aclaraba y podíamos ver hacia abajo la cara sur hasta la gran lengua del glaciar, pero prefería no mirar porque estábamos a unos 1200 metros arriba e increíblemente precipitosos. Toda nuestra situación era bastante alarmante, pero ahora no podíamos volver. Luego de pasar sobre o por el costado varias torrecillas de roca, o bien como escalones, en esta cornisa, llegamos a un área nevada a nivel de la cresta, que había notado en mis fotos y que no estaba muy lejos de la cumbre: Al final de un trecho por la nieve había una roca enorme de grande como una casa, y que descubrimos tenía un hueco abajo, y aquí decidimos pasar la noche, porque soplaba un temible viento blanco. Silvio ya no tenía sentido en sus pies y su espíritu andaba por el suelo, pero Renzo y yo nos pusimos a trabajar. El hueco pasaba de lado a lado debajo de la roca, así que hicimos bloques con la nieve de abajo nuestro cerrando lo mejor que podíamos el lado sur de donde venía el viento. Sacando nieve de abajo nuestro descubrimos que entre las rocas grandes había agujeros y exploramos algunos a ver si cabíamos adentro de alguno – (esto me hizo recordar al Norbert Casteret – espeleólogo francés – con Renzo bajándome con una soga para investigar – excepto que esto era espeleología de “lo más alto” en lugar de los más profundo…), pero los huecos no eran lo suficientemente grande, lástima pues hubiéramos estado mejor protegidos en uno de ellos. Al final hicimos como un banco para sentarnos, con piedras chatas a lo largo de una zanjita para los pies y aquí pasamos las próximas 15 horas. Nuestros esfuerzos en preparar el lugar debe haber tomado 1 hora y media y pienso que no eran más que las 6 de la tarde cuando comenzamos el descanso. Al sentarnos en el “banco” nos sacamos las botas y las metimos todas juntas en una mochila que pusimos en el fondo de uno de los agujeros bajo nuestro, arriba pusimos otra mochila, donde metimos todos nuestros pies juntos. Renzo y yo nos pusimos los sacos de duvet (plumón), pero Silvio no tenía, así que se sentó en el medio. Nos sentamos bien juntos para mayor calor y porque el banco era tan corto que no había otra manera. Créanme, nunca estuve tan apretado a una mujer con el entusiasmo con que me apretaba a Silvio esa noche!
Teníamos un pedazo grande de papel marrón de envoltura con el que hicimos lo mejor para protegernos de la nieve fina helada que venía con las ráfagas de viento (gracias a Dios que tanto viento no hacía), lo mismo quedamos cubiertos con el helado polvillo blanco. Comimos como 10cm de turrón y pasas de uva, la única comida que nos quedaba, y nos pusimos a cantar para pasar el tiempo todas las canciones que sabíamos. Realmente cantamos muy bien. Luego continué yo solo canturreando melodías por mucho tiempo sin parar, quizás por dos o tres horas, que conocía de todas partes del mundo: de Méjico, Grecia, Argentina, Inglaterra, los EEUU, España, Portugal, Brasil y otros países. Realmente me ayudó a olvidar el frío y la incomodidad. La mayor parte del frío lo sentía en el trasero y las piernas y pies, pero en realidad penetraba por todos lados, así que movía los dedos del pie, todo el cuerpo y lo abrazaba al Silvio con fuerza. Nos tomábamos las manos como amantes. El frío era simplemente terrible, pero peor era la incomodidad. Había una roca que penetraba mi muslo, que al principio casi ni lo notaba pero más adelante se tornó insoportable y no había forma de evitarlo, y allí estaba las 15 horas, una forma de tortura china. Hablamos de comida y de todo lo que haríamos una vez de vuelta en la ciudad. Luego Silvio y yo pusimos un poco de nieve en la caramañola derritiéndola con una vela prendida abajo. Luego de media hora esto nos daba un poquito de agua, pero muy poca. No importaba, porque haciendo esto nos ayudaba pasar el tiempo, ni pensar en la incomodidad. Hicimos esto 2 o 3 veces durante la noche. Una de las peores cosas fue no tener respaldo para las espaldas y cuando se nos venía el sueño de tan exhaustos, esto si fue tortura, hasta que Silvio y yo nos abrazamos y descansamos las cabezas en el hombro del otro - y en esta manera debemos haber dormido bastante tiempo porque no recuerdo mucho de las últimas horas de descanso hasta que escuché a Renzo diciendo que saliéramos afuera que había salido el sol y me despabilé. Debe haber sido como las 9am. Sacamos nuestras duras piernas de abajo la roca y calentamos lo mejor posible las heladas botas con una vela. El pobre Silvio tuvo otro ataque fuerte de diarrea.
La montaña estaba cubierta de nieve fresca y los eslabones cubiertos con profundidades de casi 2 pies entre ellos. Era peligroso pero hermoso. Era una mañana espectacular sin nubes arriba nuestro pero un mar de nubes bien abajo y los cerros estaban cubiertos de nieve comenzando de los 3000metros, brillante blancura en el sol. Nuestra vista era hacia el norte detrás de un parapeto de nieve, hacia el Gran Glaciar, que estaba muy abajo, y hasta el muy distante horizonte. Había una claridad increíble hasta para  las grandes distancias. Celeste y blanco eran los únicos colores. Estábamos “custodiando un poderoso castillo”, rodeados por almenas resplandecientes, murallas vertiginosas abajo, y supervisando un amplio dominio, pero la verdad es que no lo podíamos apreciar, queríamos, pero simplemente no podíamos. Yo no podía dejar de pensar sobre nuestro descenso de este cerro con toda la nieve. Me preocupaba tanto, que excluía la belleza circundante. Podría haber tomado una docena de fotos, pero tomé solo cuatro. Hacía mucho frío a pesar del sol pero logramos ponernos las botas, nos encordamos y emprendimos la marcha alternando el guía. Nuestro “bivouac” (donde pasamos la noche) estaba a solo aproximadamente 60metros de la cumbre, pero nos tomó como dos horas alcanzarla. El hecho es que realmente estábamos exhaustos ahora, yo tenía piernas como de plomo y la marcha era difícil, tramos de nieve fresca profunda, partes de escalada difícil y la roca bastante resbalosa. Especialmente recuerdo un eslabón grande de roca que nos tomó mucho esfuerzo superarlo y casi nos dimos por vencidos. Sin embargo, al fin montamos la cresta que nos llevaba a la cumbre, que se hacía más angosta más arriba, y allí, bien al final y situado en la parte oeste del cerro, estaba la parte más alta, que era una torre de roca de más o menos 4 metros de altura. Estimamos la hora como las 11am. No escalamos la torrecita misma, la que se veía muy expuesta y difícil y además no hubiéramos podido dejar los comprobantes en esa roca pelada, pero de seguro estábamos en la cima. Y que regia cumbre que era, angosta con bloques grandes de granito trizado y un precipicio todo alrededor. El panorama también era tremendo, con la magnífica masa blanca de los Gemelos, especialmente impresionantes y dominantes. Pero el hecho que estábamos tan exhaustos, tanto como para estar llenos de apatía, que no podíamos apreciar el increíble paisaje, ni el hecho de haber hecho cumbre y logrado lo que, por lo menos en mi caso, había soñado por dos años.
Llené rápido el libro de cumbre – tembloroso - incluyendo las dos banderitas y juntamos unas piedras para cubrirlo debajo. Saqué dos fotos, Silvio una. No podía esperar más en iniciar el descenso, y sentí enorme alivio ya al comenzar a bajar. Por dos años uno sueña con llegar a una cumbre y luego, cuando por fin llegas allí, lo único en que piensas es salir de allí lo más rápido posible – ¡irónico!. Silvio quería que bajáramos con una serie de rápeles por la pared vertical norte porque la diferencia de altura sería menos – pero era una idea loca porque con sólo una soga de 30metros, seguro nos hubiéramos encontrado atrapados, sin poder subir o bajar. Renzo y yo estábamos decididos que bajaríamos más o menos por nuestra ruta de ascenso. De acuerdo, bajamos por la cresta de la cornisa este pasando nuestra roca de bivouac sin mayores dificultades y luego bajamos directamente al tope de la gran galería. Tuvimos que hacer solo un rappel en este descenso. Luego de pasar torpemente por los penitentes de arriba de la galería, llegamos donde hace una caída casi vertical. Sin embargo decidimos continuar por la misma galería en lugar de cruzar por la pared por donde venimos la tarde anterior, el cual sería más difícil descender. La bajada por la galería era larga e incómoda: por un lado había mucha nieve y hielo sobre las rocas, y por el otro estábamos en la sombra con frío, especialmente las manos. La mayoría de las caídas de pendiente, viéndolas de arriba parecían imposibles, pero Renzo, sujetado con la soga, siempre encontraba por donde bajar, y una vez que lo hacía, nosotros dos lo seguíamos sin mayor dificultad. Solo en la última caída de todas tuvimos que hacer rappel, y esto nos dejó directamente en los penitentes del glaciar, y allí casi hechos hielo nos apuramos fuera de la sombra hacia el sol. Qué alivio estar en terreno fácil de nuevo y no en la pared – esto lo podía apreciar a pesar del cansancio. Eran como las 6 de la tarde, pienso. Nos desencordamos, descansamos, enrollamos la soga y comenzamos a cruzar cansados el pequeño glaciar y descendimos la pendiente hasta nuestra carpita abajo. Allí nos sacamos los guantes helados, botas y pantalones y comenzamos a preparar una linda cena. Era agradable estar de nuevo en la carpa, tan calentitos y cómodos, y con comida caliente en preparación. De repente escuchamos gritos afuera y Renzo salió para ver. Era Mike, bien alto en las rocas arriba del campamento y hubo una conversación a gritos. Luego de una hora él llegó a nuestra carpa y explicaba que venia a traernos más comida y equipo por si lo necesitábamos, un gesto muy generoso. Le encantó saber de nuestro éxito y él, a su vez, nos trajo noticias. Había logrado hacer cumbre por primera vez del pequeño cerro enfrente del Campanario, bautizándolo “Krakus” (que significa oriundo de Cracovia, su ciudad natal) – altura 5030metros. A propósito olvidé  mencionar la altura del Campanario es de 5197 metros. Mike también nos dijo que los otros habían escalado otro cerro menor, que nombraron “Jepora”* (que significa hermosa roca en Guaraní) también de 5030metros y que ahora ya habían descendido al campamento base. La comida que trajo Mike fue una contribución muy bienvenida para cena, que fue gloriosa: sopa de pescado, carne con espinaca y seguido con pan con manteca y mermelada y miel, y té. Silvio y yo nos dormíamos entre cada plato! Mike sacó su vodka al final y tomamos unos fuertes tragos para celebrar la conquista. Los cuatro en la carpa era un poco ajustado, pero créanme, dormimos como lirones!
Martes, enero 17
Nos levantamos tarde, con una hermosa mañana. Desayunamos, hicimos poco y nada, sacamos fotos, y lentamente empacamos. Bajamos la carpa y a las 1:30pm nos despedimos del lugar. Originalmente hubiera querido hacer la bajada por la quebrada del Campanario, pasando por la boca (el “hocico”) del Gran Glaciar hasta la laguna desconocida, pero ahora estaba fuera de consideración, estábamos demasiado cansados para hacer otra cosa que llegarnos al campamento base, y de todas maneras no teníamos suficiente comida para quedarnos más. Era un trecho largo y penoso hacia arriba el glaciar y cruzando el vasto ancho por donde se dobla el Gran Glaciar y nos tomamos turnos para preparar la huella por entre los penitentes. El cielo comenzó a cubrirse y se tornó bastante frío. Una tormenta oscura y siniestra se venía acercando desde el noroeste, ocultando los picos del cordón de las Delicias cuando llegábamos al Campamento del Glaciar. No perdimos tiempo en levantar lo que quedaba del equipo que dejamos. Silvio y yo terminamos primero y como hacía mucho frío, no esperamos a los otros, saliendo inmediatamente. Teníamos muchísima carga y mi armazón parecía penetrar mis huesos. Llegó la tormenta trayendo nubarrones que pronto cerraron alrededor nuestro y comenzó a nevar copiosamente. Yo me quedé atrás de Silvio, quien tenía una carga más liviana y podía andar más rápido. Por mucho tiempo, luego, yo andaba solo, como una hormiguita entre medio de todas las grandes morenas y colinas. Tenía un cansancio enorme y puteaba por la carga pesada que llevaba y el mal tiempo. Casi llegando al Campamento Base pude ver a Renzo y a Mike y llegamos todos juntos al Campamento. Dejé caer mi carga al suelo y conmigo encima. Silvio había llegado una hora antes que yo. La hora era 8:30pm. Nuestra bienvenida no fue de la más cordial, pero mejor de lo que temíamos que fuera, y las relaciones pronto retornaron a una normalidad razonable y satisfactoria, especialmente cuando nos metimos todos en la carpa grande y saqué una botella de coñac que había traído especialmente para esta ocasión y bebimos y brindamos. Calpe también contribuyó con un licor de menta y todos se sentían muy bien y contentos. Mike, Silvio, Renzo y yo hicimos la cena en nuestra carpa, con carne enlatada freída en manteca, que fue realmente delicioso, continuando con pan y manteca con mermelada y té. Finalmente fumamos las pipas hasta pasadas la medianoche durmiendo sin problemas.
Miércoles, 18 de enero
Me desperté tarde, y con la excepción de Mike, fui el último en levantarme. Desayuno fue de galletas con manteca y pasta de maníes, luego sacamos unas fotos. Fernando y Jesús salieron hacia la Aduana para traer las mulas del Campo de los Andes. Silvio,  Renzo y Ulises se fueron a hacer un poco de escalada en roca, así Calpe los filmaba. Yo me senté a escribir mi agenda en el sol y observaba además los lindos efectos de las nubes en la quebrada, así como lo había hecho en varias ocasiones el año pasado en la quebrada del Manzano Histórico. Tuve un lindo almuerzo con Renzo y Silvio y luego, con Ulises y Mike, pasamos la tarde sentados en el sol, fumando y charlando, bebiendo mate hasta que en el atardecer comenzó a soplar viento y hacer frío. Silvio y yo cocinamos nuestra cena con fuego a leña, aunque el viento lo hacía un poco difícil, pero con buenos resultados: una sopa deliciosa y una comida principal que tenía casi todo lo que nos quedaba, incluyendo cebollas, extracto de carne, porotos, espinaca, carne de chorizo, zanahorias y manteca. Hacía mucho frío en la noche y nos acurrucamos todos juntos en la carpa grande (para)* estar calentitos. Conversábamos de temas que abarcaban desde hongos comestibles hasta la teoría de la evolución de Darwin, hasta que nos fuimos a dormir. Silvio y yo dormimos en nuestra propia carpa.
Jueves, 19 de enero
No nos levantamos muy temprano. Desayuno fue de cocoa con galletas con manteca y mermelada. Teníamos una mañana mixta de nubes y sol. Cada uno se puso a empacar sus cosas, porque esperábamos que Jesús y Fernando llegaran alrededor del mediodía. Renzo, Mike y yo bajamos hasta el pie de las morenas para esperarlos. Yo había cargado con todo mi equipo, incluyendo equipo de escalada metálico y todo era tremendamente pesado. Esperamos como dos horas a Jesús y Fernando y comimos una lata de sardinas, mientras que la neblina iba y venía, a veces circundándonos bajando mucho la temperatura, pero luego abriéndose dejando pasar el sol y el calorcito. A las 3pm decidimos continuar hacia abajo, la poca comida que quedaba en el Campamento Base estaría mejor dividida entre tres que entre seis. Al final tuve que dejar mi equipo de escalada pesado bajo una roca, sino no llegaría hasta la Aduana. Todavía pesaba el resto, pero no tanto. Había comenzado a recoger florcitas al bajar desde el Campamento Base, poniéndolas entre las páginas de mi agenda y ahora continué esta labor por toda la bajada por la quebrada, recogiendo hasta 20 especies distintas en total, de preciosas flores alpinas de todo color. Las he guardado pero lamentablemente por su condición ahora algunas no se podrían identificar. No debo ser muy experto para conservar flores secas. Arriba de la lagunita nos comimos otra lata de sardinas. Ahora el tiempo se puso realmente feo – frío, viento y bien nublado y hasta nevando un poco, así que nos apuramos para bajar. La última parte la bajamos en neblina tupida tipo escocesa, y los arbustos se parecían al “heather” escocés (tipo de arbusto de montaña con florcitas de miniatura, tipo “brezo”). Llegamos a la Aduana al mismo tiempo que Jesús, Fernando y soldado Soto llegaba de abajo, trayendo las mulas desde Refugio Militar, porque aún no estaban las mulas que se habían solicitado desde el Campo de los Andes. Yo estaba muy cansado, Jesús y sus acompañantes habían visto un ternero ahogarse en el río y lo fueron a buscar abajo para proveernos de carne. Había un gendarme gordito y alegre que estaba ahora a cargo de la Aduana, un tal Monzón, a quien yo recordaba de hacen dos años.

La cena consistió del mejor asado que jamás había degustado, con pan recién sacado del horno (¡que cáscara rica!) y comimos hasta hartarnos, aunque la sal hacia doler mis labios partidos y tuve que aflojarle un poco. Lo único que faltaba era el vino. Nos fuimos a la cama bastante llenos. Cuando ya estábamos casi dormidos, inesperadamente llegaron 5 mulas del Campo los Andes con un Sargento y un soldado. Estos eran para acercarnos a Vista Flores en Campo Los Andes por donde pasa el camino principal. Al día siguiente, irían para la quebrada para traer los restantes andinistas. Dormí muy bien.
Viernes, 20 de enero
Fui el último en levantarme, y aún así, me tomó gran esfuerzo. Me sentía cansado y molido. Llevando cargas pesadas siempre me deja así. Este era un día frío y nublado con el Puntas Negras bien cubierto. Jesús y Fernando ya habían salido con las mulas para ir a traer los restantes tres de arriba. Mike había preparado “platski” en el horno, una especie de panqueques polacos, para el desayuno que comimos con la cocoa. Luego él y Renzo se pusieron a preparar pan en el horno, mientras que yo escribía en mi agenda y al mismo tiempo cuidaba el puchero que estaba cocinando charlando con Monzón. Almorzamos con el puchero, en la tarde charlamos y leímos revistas. Pasaron unos chilenos que iban a recoger arreo, y uno de ellos, un jovencito, como había perdido sus documentos, tuvo que quedarse en la Aduana y ayudar en los quehaceres. Me hice amigo de él y charlamos por mucho tiempo.
A las 7pm llegó la partida de arriba, pusieron las mulas en el corral y se sirvió asado afuera. No fue tan bueno como el de la noche anterior. El pan de Renzo salió bueno, pero el de Mike no se elevó, así que decidió cortarlo en tiras, los que volvió a poner en el horno para que salieran como tostadas, pero salieron duras como ladrillos – y Mike tuvo que sufrir las tomadas de pelo. De nuevo a la cama con la barriga llena, quizás demasiado lleno, pero hubieron muchos días de hambre para recuperar!
Sábado, 21 de enero
Esta vez en cambio, me levanté a las 5am, junto con todos los otros, empacando todo y luego, ayudando a cargar a las mulas en la oscuridad. Tomamos un café antes de salir, extendiendo muchas expresiones de gratitud para Monzón y para los otros gendarmes por su hospitalidad. Algunos de nosotros íbamos a pie, mientras que otros montaron las mulas que guiaban a las mulas cargueras. Yo caminando con Mike. Luego de una hora, a las 7:30am, llegamos hasta Refugio Militar, donde recogimos al sargento y el soldado. Apareció el sol y el Puntas Negras ahora bien detrás nuestro se llenó de color. Entre las 8 y 9 de la mañana es la hora más hermosa del día aquí en Mendoza, con temperatura agradable y el sol brillante, pero todavía el aire fresco y limpio. Sin embargo pronto comenzó a calentarse y tuve que parar para sacarme unas prendas, algunas de las cuales no me había sacado por muchos días. Esta pausa me hizo quedar muy atrás del resto, por lo que tuve que caminar muy rápido, alcanzándolos recién luego de 3km más o menos. A las 9:15am llegamos al Manzano Histórico. Jesús, Renzo y Fernando se fueron en mulas a una cantina a 3km para comprar comida y vino, pero el resto de nosotros nos hicimos amigos del encargado de la estación de piscicultura y algunos pescadores que allí se encontraban, y pronto ya estábamos comiendo pan y queso y el inevitable asado – esta vez con vino. Yo me acosté en el sol, puse la gorra sobre mi cara y me dormí. Los que fueron a buscar los víveres no volvieron hasta el mediodía, con vino y carne embutida. Pero esta vez no me prendí. A las 1pm volvimos a cargar las mulas, cuando llegó un camión de la fuerza armada que traía los víveres para este lugar desde el Campo los Andes. Aquellos que ya estaban montados en las mulas comenzaron el viaje, mientras que el resto de nosotros (“la infantería”) ayudamos a los soldados a descargar la mercadería del camión y luego nos subimos todos al camión para salir hacia las planicies. Pronto pasamos a las mulas por el camino y continuamos hasta un lugar en el medio del campo más o menos a mitad del camino a Vista Flores. Aquí el camión cargó de nuevo para otro viaje al Manzano con nuestra ayuda, y nos prometieron recogernos a la vuelta, así que nos preparamos par descansar y esperar. Aquí realmente hacía calor y algunos nos fuimos a un arroyo cerca con árboles a sus costados donde nos quedamos. Mike se metió a nadar en el arroyo. Las mulas llegaron antes que volviera el camión así que comenzamos a caminar con ellos siguiéndolos por el camino de tierra en el calor durante unos 20 minutos, hasta que llegamos cerca del arroyo otra vez, donde decidimos descansar y comer. Cuando estábamos comiendo apareció el camión de nuevo. Esta vez decidimos aprovecharlo bien, así que toda la expedición, con todo el equipaje, nos subimos, dejando al Sargento y el soldado para que llevaran las mulas de vuelta al Campo los Andes. El camión fue rápido, llevándonos a la calle principal, y pronto estábamos todos sentados en la banquina esperando el ómnibus. Sin embargo faltaban dos horas para que llegara, así que decidimos hacer dedo mientras esperábamos. Calpe fue el primero en subirse en un auto, luego Silvio y yo logramos subir con un señor muy amable, José Baquero, que era un cliente del banco mío. No me reconoció hasta que le dije quien era. Le debo haber parecido estar disfrazado en algún extravagante disfraz! Viajando tranquilo y sin problemas nos acercó a la ciudad, yo dormido en el asiento de atrás la mayor parte del tiempo. El Sr. Baquero muy generosamente nos llevó a ambos a nuestras respectivas casas, así que llegué a las 6pm para tomar una regia cerveza fría en la cocina, una ducha con agua caliente, cena y un montón de cartas para leer.
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Nigel (“Richard”) Gallop (1 de marzo 1929 – 21 de julio 2009)