miércoles, 8 de diciembre de 2021

"EXPLORANDO MARATONES"

 UN MONTAÑISTA CORRIENDO MARATONES DE "CALLE"

Ya bajada la espuma de las últimas semanas, encuentro un ratito para ponerme a reflexionar sobre lo vivido este año (y el pandémico anterior…).

Siempre consideré “salir a correr” como el entrenamiento básico para ir a la montaña. Así que esta actividad fue una costumbre en mi vida, aunque mayormente realizada con un “empirismo” basado en experimentar con un mismo, situación no ideal que ya fue tratada en otro post.

CORRIENDO POR TODOS LADOS

Luego de un comienzo del 2020 que incluyó un mes en el Aconcagua, llegó el tiempo del encierro durante la cuarentena del COVID. Pocas semanas fueron suficientes para darme cuenta que a pesar de poder realizar rutinas de ejercicios en casa, debía volver a correr. Así comencé a salir a correr desde casa, aunque estuviera lejos del parque, a diferencia de lo que estaba acostumbrado. Así fui “descubriendo” de nuevo la ciudad, ahora corriendo por todos lados, costumbre que fue quedando para este 2021. Y si bien en la temporada de verano 2020-2021 fueron varias las expediciones en las que participé, ya durante el año, con la nueva rutina familiar estuve nuevamente “enrollado” con esto de correr.

SIGUIENDO UN PLAN

Y así llegó mediados de este 2021 imponiéndome un ritmo de 3 salidas semanales para entrenar. Por lo que me planteé participar en una maratón “de calle”, prueba en la que no había participado nunca. El amigo Migue Andrade me compartió un plan de entrenamiento que yo adapté a mi realidad y traté de cumplir en la medida de lo posible.

Pero un año de cuarentena y suspensión de carreras había hecho que ahora todas agotaran sus cupos varios meses antes de su realización…¡y yo había estado lento para darme cuenta de eso! Pasan los días y sigo buscando donde poder anotarme hasta que me avisan que hay nuevos cupos para la Maratón de Mendoza a realizarse el 5 de setiembre. Tenía tiempo suficiente para redondear el entrenamiento que venía realizando y probarme al fin en 42km. Pero a los pocos días de haberme inscripto (y pagado), y sin aún entender el porqué, la organización suspende el evento. Las razones fueron bastante irrisorias, dado que se invocó a la variante Delta del COVID, pero posiblemente haya habido otras. Desanimado por esto y sin aún tener fecha para poder “probarme” en alguna carrera, sigo saliendo a correr, aunque sin ser muy riguroso al seguir el plan de entrenamiento, dado que no tengo fecha cierta a la vista.

MARATÓN DE BUENOS AIRES



A mediados de setiembre, planeamos una escapada a Buenos Aires para el fin de semana largo de octubre. Y como coincidía con la famosa Maratón de Buenos Aires, no lo dudé un instante y me anoté. Si la Maratón de Mendoza aún no tenía fecha cierta, yo ya me había asegurado poder correr al menos una, la que nunca pensé sería la primera…¡Buenos Aires!

Faltando poco menos de 3 semanas para la carrera, replanteo el entrenamiento de manera urgente. Hago el fondo largo de 32km inmediatamente a dos semanas de la prueba (ideal es hacerlo a 3 semanas) para hacer el último fin de semana pre competencia unos 18km de fondo.

En todo este tiempo, de lunes a viernes salí a correr dos veces, alternando trabajos de potencia y cambios de ritmo. Los fines de semanas estaban reservados para los entrenamientos de distancias largas a ritmos bajos. Pero las circunstancias de la vida actual no me habían permitido dormir más de 5 o 6 horas por noche los últimos 4 meses. Así estaban dadas las cosas y había que tratar de lograr lo mejor con lo que había, eso era parte del juego. Un juego de equilibrio y exigencias, buscando lograr los objetivos y “no romperse”.

Después de hacer el fondo de 32km, saliendo desde casa atravesando toda la ciudad de Mendoza y sus alrededores, supe que podía enfrentar con éxito la famosa distancia de los 42km.

La ansiedad previa a la competencia es mucha, y si ya venia durmiendo poco, la noche anterior no es la excepción. Pero uno se siente de maravillas, sabiendo que ahora toca poner en juego toda la preparación realizada. El 10 de octubre de 2021 amanece parcialmente nublado y fresco en Buenos Aires, condiciones ideales para la maratón. Con mi cuñado Pablo (quien corría ese mismo día los 21km) estamos expectantes en el momento de la largada. Para mí además es una oportunidad de disfrutar esta ciudad como turista, ya que el recorrido atraviesa lugares icónicos, como La Boca, San Telmo, Puerto Madero, la Avenida 9 de Julio, algunos de los cuales no había visitado nunca. Arranco los primeros 5 kilómetros a un ritmo suave, entre 5:30 y 5:45 min/km. Luego comienzo a “apretar” para alcanzar el ritmo que había planeado, cercano a los 5:00 min/km.


Los kilómetros van transcurriendo y la carrera se va disfrutando, a la vez que no dejo de mirar a diestra y siniestra el hermoso paisaje urbano de Buenos Aires. El kilómetro 14 lo alcanzo a poco menos de 1 hora 10min. Y el 28 a las 2hs 20min. De seguir a este ritmo, pienso que puedo terminarla en 3hs 30min, el cual es mi objetivo de máxima. Me habían hablado de las “subidas” de los últimos kilómetros, comentarios que yo había tomado con humor, tratándose de Buenos Aires donde todo es “plano”. Pero ¡basta tener que subir un paso sobre una autopista para que con los kilómetros que llevas acumulados eso te parezca una montaña! Y así fue que esos últimos metros, debí regular muy bien el ritmo para llegar entero y sin calambres, ni contracturas. Finalmente mi reloj marcó 3 horas 37minutos 28 segundos, y quedé muy contento con el tiempo logrado para mi primera experiencia en esta distancia. Y el haber terminado entero, me permitió volver a correr luego de un par de días de actividad relajada.

MARATÓN DE MENDOZA

Nuevamente en Mendoza y retomando la actividad de a poco, se confirma la fecha de la maratón local: el 21 de noviembre. Es una fecha no muy propicia para este tipo de eventos, ya que las temperaturas en esta época del año son muy altas y la radiación solar es implacable. Dudo en participar, ya que con estas condiciones no me gusta mucho correr. Intento vender mi inscripción sin éxito (a diferencia de la maratón de Buenos Aires, aquí uno pagó para participar en una fecha, que luego fue cambiada y no había devolución de dinero ni traspaso de inscripción para el año siguiente). Finalmente decido participar, para lo cual hago un fondo de 30km dos semanas antes y otro de 18km el finde anterior. ¡Y que sea lo que Dios quiera!




Esperaba equivocarme en cuanto a la predicción meteorológica del día de la carrera, pero ese día amanece particularmente caluroso. A las 6 y media de la mañana, la temperatura en Cacheuta, el lugar de la largada, eran más de 20°C…

A las 7am, comienza una nueva maratón. Esta vez la que siempre quise correr, aunque no precisamente en estas condiciones. Pero es lo que hay y ahora toca hacerlo lo mejor posible. A diferencia de Buenos Aires, aquí arranco apretando en cada bajada que tiene este particular recorrido. Los primeros kilómetros a la sombra se pasan rápido y cuando ya estamos asomando en la zona de Álvarez Condarco, el sol comienza implacablemente a castigarnos. Aún no son las 8am y ya estamos bañados de sudor, apretando para alcanzar el próximo punto de hidratación. El kilómetro 14 lo alcanzo a 1h 6min y ya me entusiasmo con el ritmo que llevo, mejor que en mi primera experiencia. Luego el recorrido deja la ruta provincial n°82 para internarse por calles arboladas de Vistalba, esto se agradece dado el calor reinante.  El kilómetro 28 lo alcanzo a 2 horas 16min de haber largado. Más adelante volvemos a empalmar con la ruta n°82 luego de una fuerte subida, se acaba las sombras de las arboledas y volvemos a sufrir el calor y el sol nuevamente. Y aquí comienza otra carrera: la de aguantar la insolación, el calor que irradia el asfalto y el desgaste adicional que producen las altas temperaturas.


 

Así es difícil mantener el ritmo, pero uno debe estar muy atento a las señales del cuerpo, saber donde apretar o regular. Los últimos kilómetros por el cemento del corredor del Oeste son una tortura debido al agobio producido por el sol y el calor. Es frecuente ver en esta parte a corredores que venían a ritmos más fuertes, detenerse acalambrados a estirar pantorrillas …o resignados a caminar las subidas. Voy al límite de lo que puedo ese día y a esa hora, y cruzo la llegada a 3 horas 32 minutos 50 segundos. Muy contento de poder “sacarme la espina” y correr la maratón local, entero y a buen ritmo, apenas 40 días después de mi primera experiencia en esta distancia. Termina el año y paso de no haber corrido nunca una carrera de este tipo a haber hecho dos en poco tiempo. Y para este caso nunca mejor que una frase tipo “autoayuda”…”nunca digas nunca, y que la oportunidad te encuentre entrenando”

CONCLUSIONES

SOBRE LA MARATÓN DE BUENOS AIRES

El recorrido cumple con los requisitos de la IAAF (International Association of Athletics Federations), por lo cual sirve para clasificar para Juegos Olímpicos o establecer récords oficiales en esta disciplina. Es por ello que participan atletas profesionales extranjeros (africanos sobre todo) quienes han resultado ganadores en los últimos años. Al cumplir con los requisitos de recorrido y por el clima benigno de primavera, es la prueba más importante en esta parte del planeta (maratón de Río de Janeiro no cumple con las condiciones del recorrido y el clima agobiante no ayuda a buenas perfomances). El récord masculino de este circuito lo tiene el keniata Evans Cebet con 2h 5min,en 2019 (no muy lejos del récord mundial actual de 2h 1min 39seg de Eliud Kipchoge)

Debo decir que mi experiencia personal sobre la organización de la misma fue muy buena. La inscripción se realizaba en dos pasos: una preinscripción para asegurar tu lugar y una vez confirmada la fecha de realización, te notifican para que confirmaras tu participación mediante el pago de la misma. El retiro de kit de corredores se realizó en un lugar amplio, con distanciamiento, con suficiente personal y con una agilidad sorprendente para el número de participantes.

El día de la largada los corredores estaban separados según ritmo de carrera, pudiendo hacer la largada cumpliendo protocolos de distanciamiento sin ningún inconveniente. Durante el desarrollo de la misma los puestos de hidratación fueron más que suficientes durante todo el recorrido.

La largada y llegada en el mismo lugar facilita enormemente la logística. Los amplios espacios del Parque Paseo de las Américas, en el barrio de Núñez permitió una cómoda desconcentración para un evento de esta envergadura.

SOBRE LA MARATÓN DE MENDOZA

El recorrido no cumple con los requisitos de la IAAF, al estar separados el punto de largada y llegada más de 21095 metros y tener un desnivel negativo (bajada) entre largada y llegada mayor a 42 metros. El desnivel en bajada en Mendoza es de 466 metros (se parte a 1251m de altitud y se llega a 785m). Por este motivo, y con estas características tan particulares, no es una prueba donde participen atletas que quieren clasificar para juegos olímpicos o busquen batir récords oficiales. El actual récord masculino de este circuito lo tiene José Luis Luna, data de 2006 y lo realizó en 2horas 19minutos 01 segundos.

Debo decir que mi experiencia en esta prueba no fue buena. Desde el principio uno se inscribía (y pagaba) en base a una fecha que ya estaba establecida. A menos de un mes del evento la organización suspende la realización. Luego pasan casi dos meses sin novedades, y ya casi sobre la hora faltando poco más de un mes, vuelven a fijar una fecha. Mucha gente quedó disconforme con estas idas y vueltas y la desprolijidad para su realización.

Ni hablar de la fecha elegida, prácticamente ya en el agobiante verano mendocino, con temperaturas de hasta 28°C a la sombra. Esta situación afectó a muchos corredores y a pesar de la profusa asistencia en los puestos de hidratación, no podían sobreponerse al calor y radiación solar agobiantes. Cabe destacar que durante varios años la fecha elegida para esta prueba fue a mediados de agosto, para luego trasladarse a principios de mayo, con temperaturas entre 5° y 10°C, situación muy diferente a la vivida en este 2021.

El hecho de que la largada esté tan alejada de la llegada genera desde el vamos problemas logísticos de traslado. Es de esperar que a medida que esta prueba se masifique, estos inconvenientes se irán acrecentando. 

ALGUNAS IMPRESIONES SOBRE LA PREPARACIÓN

Para correr 42km y no lesionarse conviene prepararse con tiempo y asesorado por profesionales. Si sos un persona que corre habitualmente distancias entre 10 y 15km en cada entrenamiento, debes contar con al menos 3 meses para lograr una buena preparación. Si en cambio nunca has corrido, el tiempo de preparación para salir airoso en este tipo de esfuerzos no baja de un año.

En mi caso personal, estaba acostumbrado a correr frecuentemente (2 a 3 veces a la semana) pero siempre distancias “cortas” (10 a 12km) pero a ritmos altos (4:45min/km). Por lo que tuve que aumentar “volumen” (cantidad de kilómetros) en los entrenamientos, bajando un poco el ritmo. Tuve que aprender a “racionar” la energía para mayor cantidad de tiempo corriendo, cuidando de no “romper nada”. De más está decir que un plan y seguimiento personalizado es fundamental, pero sobretodo lo importante es “oír” las señales de tu cuerpo. Poder ir moviendo los límites de a poquito, para que el cuerpo se vaya adaptando paulatinamente.

Siempre había escuchado de boca de los corredores de maratón sobre “la barrera del kilómetro 30”. Personalmente me sentí muy bien durante la mayor parte de las dos maratones realizadas, tratando de hidratar y comer lo más posible (comer y tomar mientras se corre también se puede entrenar). Recién comencé a sentir el límite del esfuerzo hacia el kilómetro 37 o 38 donde ya uno comienza a regular para intentar mantener el ritmo elegido.

Correr “maratones de calle” (o sea, plano y sobre asfalto) requiere una concentración para mantener una buena cadencia. En la de Buenos Aires, es el terreno ideal para lograr esto, aunque si bien es mayormente horizontal, siempre hay subidas y bajadas. Y conviene cambiar el paso para encararlas. Acortarlo en las subidas y alargarlo en las bajadas me dio como resultado poder preservar piernas. En la de Mendoza, era sabido el desnivel bien marcado, por lo que acentué esta táctica al punto de que en las bajadas “pasaba” a mis compañeros de ritmo y en las subidas ellos me volvían a pasar. Con esta estrategia, finalmente terminé dejando atrás a quienes habían intentado mantener a toda costa el mismo ritmo en subidas y bajadas.

EPÍLOGO

Finalmente, ya cumplido el objetivo de “probar” 42K en calle en dos locaciones diferentes, y parafraseando a deportistas profesionales digo: ¡doy por terminado mi año de carreras!. Voy terminando este 2021 con más de 1300km corridos, todo un récord para mí, que no era de acumular tantos kilómetros… Ahora toca volver a caminar los cerros que tenemos aún en los “pendientes”.

 

 

 

 

 

 

  

sábado, 15 de mayo de 2021

CERRO LAGUNA NORTE (5111m) y BORBARÁN (4875)

SEGUNDA ASCENSIÓN 52 AÑOS DESPUÉS Y POR NUEVA RUTA

 
Panorámica desde la cumbre del Laguna Sur
Mapa de la zona explorada




Mientras desandábamos los últimos metros hasta el vehículo, ya estaba decidido el próximo objetivo. La intensa y exitosa ascensión al “Ulises Vitale” nos había entusiasmado para volver a planear otro ascenso del “Clos de los 7” (Lito, Heber, Ulises, Gerardo, Frodo, AMD y yo). La consigna es “explorar”, así que cuando Gerardo propone un objetivo por su pago, en el departamento San Carlos, y del que poco conocíamos, nadie lo dudó un instante. Al grupo se sumaría otro "pariente", el incansable Diego Neila, amigo de Gerardo.
Al cerro Borbarán lo habíamos podido ver desde la cumbre del Ulises Vitale, así que ya estábamos “presentados”. El sector de montañas donde se ubica este cerro al sur del Río Tunuyán es poco conocido para los montañistas. Quizás se deba a que no hay poblaciones y caminos que faciliten el acceso a esta zona, por lo que es más conocida por arrieros y militares. 
El día 3 de enero de 2021 partimos temprano rumbo a Valle de Uco. Allá nos encontramos con los “valletanos”. Con un café con tortitas caseras nos ponemos al día y pronto estamos en camino a la Laguna del Diamante. 
Después de los trámites de rigor en Alvarado, seguimos en los vehículos hasta Casa de Piedra. Finalmente es cerca de mediodía cuando comenzamos a marchar según el itinerario que nos planteamos. Vamos faldeando, buscando no perder altura para poder ingresar al valle que nos llevará a nuestro objetivo, el cerro Borbarán. Este cerro, junto con el cordón del Laguna están ubicados al Este de la laguna, sobre las últimas estribaciones de la cordillera Frontal. Pocos son los datos que habíamos podido recopilar de esta zona. Hace años y buscando información sobre el Negro Pabellón, la gente del SERVEI (Servicio d’Informació de Muntanya, Cataluña) me mandó el relato de la expedición japonesa de 1969. Esta expedición sube el Negro Pabellón y el Marmolejo y luego se dirigir a la zona del Diamante. Aquí entre otras ascensiones, alcanzan la cumbre del cerro Laguna Norte. Sobre el vecino cerro Borbarán, nada habíamos encontrado, más que el enigmático apellido de origen vasco. No queda más que ir al terreno a seguir indagando sobre estas montañas y su historia.

 










Un par de horas nos lleva la travesía hasta llegar a la vera del arroyo del vallecito que debemos remontar. La presencia de guanacos es importante y también es la de felinos: restos recientes de un guanaco al pie de una gran roca donde decidimos hacer un descanso dan prueba de ello.

El entusiasmo al recorrer una zona nueva para todos, es general y hay que controlar el paso que inevitablemente apuramos. Los márgenes del arroyo presentan mullidos “cojines” verdes que dan descanso a nuestros pies, mientras vamos cruzando de uno a otro lado buscando el camino más cómodo.

Más adelante encontramos una bifurcación y optamos por tomar el brazo sur por la cual seguimos subiendo hasta alcanzar los 3800m. Allí decidimos armar el vivac mientras vamos mirando la ruta del día siguiente. Hemos sobrepasado la base del Borbarán y estamos más a mano del Laguna Norte, así que decidimos intentar éste al día siguiente.La noche no es fría y temprano comienzan los preparativos. Ulises decide quedarse debido a un malestar estomacal. El sol nos alcanza cuando vamos ganando altura en las morenas. La base del cerro no se ve lejos y el entusiasmo acelera el ritmo. Hacemos un descanso al pie de la “pala” que nos llevará al col del Laguna Norte, donde aprovechamos a reagrupar la gente. A los minutos nos ponemos de nuevo en movimiento, marcando el paso en sesudos zigzags. La nieve de días pasados afirma el terreno por donde vamos ganando altura. Cerca del col a 5000m, encontramos restos recientes de un guanaco. Acometemos con Adrián los últimos metros saltando de bloque en bloque en una empinada pendiente. A metros del punto más alto vamos encontrando astillas de una vieja caña…Ya empezamos a imaginar que no son muchos los que han andado por aquí. Al llegar al punto más alto, entre las rocas encontramos una vieja lata oxidada con etiqueta en japonés…Esperamos que llegue el resto del equipo para sacar el testimonio…¡un pequeño papel escrito en japonés donde lo único que se entiende es la fecha…1969! La alegría nos invade al poder comenzar a formar parte de la historia de esta montaña al encontrar un testimonio de hace 52 años. De solo pensar que quienes los subieron antes que nosotros lo hicieron cuando yo era un recién nacido, nos lleva a pensar en lo insignificante que es nuestro paso por este mundo. Lo que nos parece mucho tiempo a nosotros es apenas un suspiro en la vida de las montañas… Nos tomamos un buen rato en tomar fotos, almorzar, tomar mediciones con el gps y para comunicarnos con la radio. La altura del cerro nos dio 5111m, siendo éste la máxima altura de todo el cordón de montañas al Este del Maipo. Cerca de las 14 comenzamos el descenso hacia el vivac, desandando cuidadosamente la pala mientras que algunas ráfagas de viento nos apuran en la retirada. Ya en el valle, desandamos las morenas hasta el vivac, donde después de comer y tomar algo, armamos las mochilas para aproximar a la base del Borbarán. Nos movemos algunos kilómetros al Este, por el brazo de la quebrada que no elegimos en la subida, para quedar justo al pie de la ruta de ascenso de este cerro. Otra vez con las últimas luces volvemos a preparar el vivac, en un hermoso lugar, recodo del arroyo, con agua clara y algo de vegetación a 3700m.







Al día siguiente encaramos el Borbarán a paso firme. Algunos aprovechan a imprimirle un buen ritmo al ascenso, dado el cómodo terreno que permite ganar metros rápidamente. Veo a mis compañeros ganar metros mientras me distraigo sacando fotos durante el ascenso. 
Antes del mediodía estamos todos reunidos en la cumbre, luego de rodear un redondeado morro cumbrero de grandes bloques. Estamos a 4875m de altura, junto a una gigantesca pirca construida al estilo “militar”. No encontramos testimonios, por lo que no sabemos quienes fueron nuestros antecesores. Nos tomamos nuestro tiempo para comer algo, bromear sobre la marcha de ascenso y gozar de la vista del Laguna Norte, que desde aquí se ve hermoso. 
Las nubes de tormenta desde el Este avanzan rápido, por lo que después de las actividades de cumbre, comenzamos el descenso. Llegamos al vivac con tiempo como para “picar algo” y preparar las mochilas: dado el estado del tiempo, decidimos seguir bajando hasta los vehículos hoy mismo.



En pocos minutos de marcha, ya quedamos envuelto en nubes y aire húmedo. De vez en cuando algunas gotas nos anticipan la tormenta que se está desarrollando en el llano. Vamos bajando por la quebrada y nos seguimos maravillando de los lugares que recorremos. Las extensas vegas, los arroyos, los animales, y volvemos a confirmar la importancia de la existencia de una reserva que proteja todo este ambiente alto-andino. Son las 17:30 cuando vamos llegando nuevamente a las vegas del Yaucha, nuestro punto de partida. Mientras unos van a buscar las camionetas, los otros nos ponemos a sacar fotos, preparar cargas y conversar sobre la actividad realizada: en 3 días de montaña, pudimos conocer dos prominentes cerros de la cuenca del Diamante. Una de ellas, el Laguna Norte,  había esperado 52 años que alguien volviera a subirla. 


 

jueves, 10 de diciembre de 2020

PRIMERA ASCENSIÓN EN EL CORDÓN DEL PORTILLO: CERRO ULISES VITALE (5194m)

Existen aún hoy en día medio centenar de cumbres de “cincomil” sin ascensos en la provincia de Mendoza. Y a diferencia de lo que piensan los “depredadores” de minerales, es ése uno de los tesoros “ocultos” de nuestra cordillera: un ambiente natural prístino. Para quienes vivimos el montañismo como una permanente “exploración”, poder seguir contando con este “terreno de juego” es esencial, por lo que desde este espacio seguimos bregando por el libre acceso a las áreas de montaña de Mendoza.




El Cordón del Portillo es una de estas zonas que posee cumbres de 5000m sin ascensos. Y esto se puede deber a las características del terreno, típico de la cordillera Frontal: quebradas profundas y “taponadas” por glaciares de escombros y cerros con laderas abruptas y rocosas. Y aquí es conveniente pensar que las montañas que quedan sin ascensos permanecen así por alguna razón, ubicación en una zona muy alejada, dificultades que plantea su ascenso o la desinformación que hay con respecto a los ascensos anteriores.


A mediados del siglo pasado, el Club Andinista Mendoza organiza una serie de expediciones para explorar estas “áreas en blanco” tan comunes en los mapas de ésa época. En 1954 habían logrado ascender el “Tres Picos del Amor” desde donde habían quedado maravillados por un agudo pico: la Torre del Campanario. En enero de 1955, se decide realizar una expedición a la zona sur del cordón, buscando un acceso hacia ese “Fitzroy” mendocino que los había asombrado. Jesús Casanova, Alfredo Flury, Richard Gallop y Ulises Vitale, se internan por el Arroyo Manzano desde el campo militar de “La Remonta”, apoyados por mulares que les transportan la carga. Establecen un campamento base a 4000m de altura, sobre morenas al pie de las ignotas cumbres del Portillo Sur. La primera cumbre que escalan es una englaciada montaña que llaman “Fraile”. Desde esa cima observan otra cumbre más alta ubicada inmediatamente al norte, que los tienta a ser ascendida. Para ello deben trasladar su campamento al valle vecino. Lo hacen a través del “Paso Agonía”, tal es la sensación que les deja ese pasaje bajo la inclemencia del mal tiempo. Una vez al pie de esta segunda montaña, la escalan a través de un glaciar “colgante” que les demanda un laborioso trabajo en hielo duro, sorteando penitentes y grietas. Alcanzan el filo somital a la tarde, desde donde pueden volver a ver desde otra perspectiva, la Torre del Campanario. Pero un integrante de la cordada se siente mal y no dudan en descender para ayudar a su compañero, a pesar de estar a 100m de la cumbre… Pasaron los años, las décadas, y las montañas siguieron imperturbables a la espera de los montañistas. Ulises Vitale, el único sobreviviente de aquella cordada de 1955, en más de una ocasión había comentado detalles de aquella escalada inconclusa, buscando tentar a las nuevas generaciones para escalar ese hermoso “cincomil” del Portillo que esperaba ser ascendido.


Llegamos a noviembre del 2020, un año particular por donde se lo mire, y un entusiasta explorador de la cordillera de Tunuyán, Claudio Fredes, vuelve a posar la mirada sobre ese cerro. Pero esta vez desde una reciente cumbre ascendida, “Frodo” estudia y fotografía la accesible cara Noreste del cerro, comprobando la posibilidad de un acceso más corto y cómodo. Gerardo Castillo, también había sido tentado por Ulises a explorar esas ignotas cumbres y particularmente a probar suerte en aquella aún invicta. Así que cuando “Frodo” comenta su intención de ascenderla, encuentra rápidamente eco y pareciera que finalmente ha llegado el momento de develar el misterio: ¿habrá sido alcanzada la cumbre de esta montaña en los últimos 65 años? Lito Sánchez, Heber Orona, Ulises Corvalán y Adrián Miranda De María también se suman a la invitación para esta expedición, por lo que finalmente son siete los integrantes camino a este cerro.


En lugar de ingresar por la quebrada del Arroyo Manzano, desde “La Remonta”, lo hacemos a través del Arroyo Pircas, entrando desde el Manzano Histórico. Se cuenta con dos mulas cargueras para el primer día de marcha, alivianando sensiblemente nuestras mochilas. El primer día se recorre unos 10km, a través de la hermosa y florida quebrada, en la que debemos realizar varios cruces del arroyo. A la tarde se alcanza los 3100m, lugar elegido para el primer campamento. Gerardo y Lito se ponen manos a la obra, y el asado no demora mucho en estar marchando. Los demás buscan agua, leña y ordenan el equipo. Las nubes cubren al Campanario del Pircas y sus vecinos y algunas gotas apuran el armado de carpas. Pero la cosa no pasa a mayores y podemos seguir disfrutando tranquilamente la tarde. El asado ya está listo y mientras  se saborea la exquisita carne elegida por Adrián, las anécdotas, bromas e historias se hacen presentes, aceleradas por el infaltable vino.

Al día siguiente, tranquilamente desayunamos bajo los rayos del sol mientras seleccionamos el equipo a llevar. Nos espera una dura marcha por morenas, para alcanzar los 4200m del segundo campamento. Despacio comenzamos la marcha ganando metros, subiendo los sucesivos tapones hasta alcanzar la Laguna del Campanario. Allí aprovechamos a almorzar y gozar de ese oasis entre tantos bloques de piedra. Cargamos agua para la marcha (desde aquí en adelante no contaremos con agua hasta el campamento) y continuamos subiendo por la quebrada, enfrentando el primero de los dos grandes “tapones” de morena que debemos traspasar. El terreno es por momentos ingrato, típico de los glaciares de escombro de la Cordillera Frontal. Pero nuestro entusiasmo es mayor y palmo a palmo vamos ganando altura. Una vez superado el primer gran tapón, vemos el segundo escalón en el cual logramos distinguir una huella de guanaco que lo asciende por la izquierda.


Promediando la tarde vamos alcanzando los 4000m de altura, cuando nos encontramos ya sobre las extensas morenas que están sobre el segundo tapón. Aún nos resta seguir ganando distancia para acercarnos a nuestro cerro. Son cerca de las 17 cuando Ulises escucha el sonido de agua corriendo bajo las piedras, y no dudamos en establecer el campamento ahí mismo. Estamos casi a 4200m, altura más que suficiente para atacar nuestra cumbre. Debemos trabajar corriendo piedras un buen rato para poder armar las dos carpas. Aprovechamos los últimos rayos de sol para permanecer fuera de las carpas, gozando de la impresionante vista de la cara sur del Meiji (5215m). Una vez en sombras, la temperatura baja drásticamente y nos refugiamos a cenar en las carpas. Para dormir más cómodos, algún integrante opta por vivaquear cara a las estrellas, mientras otros continúan la charla sobre valles, quebradas y cerros por conocer…



Las primeras luces del día de cumbre nos encuentra en febriles preparativos. Son las 6.20AM cuando vamos ganando altura sobre las morenas que nos conducen a la cara noreste del cerro. En poco tiempo más estamos en un vallecito lateral que por el que baja un hermoso glaciar. Lo bordeamos por el sur y torcemos nuestra trayectoria para enfrentarnos a la pala de nieve que había fotografiado Frodo hace un mes. Si bien aún esta cara de la montaña permanece cubierta por nieve, ésta se encuentra totalmente “apenitentada” por lo que en poco tiempo más nos vamos enfrentando a lo que va a ser el principal obstáculo del cerro. A esa hora de la mañana los penitentes están “duros” y no queda más que volear la pierna, pegar saltos, hacer equilibrio, en un gasto de energía exagerado para poder ganar altura. Pero el entusiasmo de estar aquí, en este cerro ignoto, en esta cara de la montaña nunca antes explorada, es mucho mayor al cansancio que nos va provocando esta empinada ladera de colmillos blancos. Particularmente Frodo libra una batalla desigual abriendo la huella en la punta de la numerosa cordada, secundado por Gerardo quien realiza el infaltable “apoyo moral” en la elección de la ruta. 



Finalmente a mediodía, alcanzamos el “col” que veíamos en las fotografías: ¡nos abrazamos como si hubiéramos hecho cumbre! Muy cerca vemos el filo que debieron alcanzar nuestros antecesores en su intento de 1955. Y mientras descansamos, estudiamos lo que estimamos es la parte más complicada de la vía: el filo que conduce a la cumbre presenta resaltes rocosos que obligan a buscar alternativas por la abrupta vertiente sureste de la montaña. El “baqueano” Gerardo toma la punta, y comienza a buscar el mejor camino. Hacemos una travesía horizontal hasta la base de los canales de nieve que conducen a la cumbre. En estos canales los penitentes facilitan la subida, dando una buena sensación de seguridad. Y en poco tiempo más nos sorprendemos llegando a la cumbre, el último tramo ha sido más corto de lo que parecía. No hay rastros de anteriores ascensos y confirmamos lo que suponíamos…¡aún estaba virgen!





Nos abrazamos y felicitamos unos a otros, emocionados por poder concluir la exploración de esta hermosa montaña. Y comienza el ritual de las fotos, las filmaciones, el armado de la “pirca” o “apacheta”. La vista es increíble y nos podría mantener “embobados” por este infinito mar de montañas… Nos tomamos unos minutos para gozar del paisaje, tomar algo y probar un bocado: como diría Frodo: “disfrutemos la cumbre un rato que no vamos a volver por aquí” Y uno no puede dejar de pensar en lo cierto de esa afirmación, son momentos únicos que no se repiten. Y quizás ese sea el tesoro del montañismo, el vivir ese irrepetible momento.

Una bandera argentina y una hoja de papel con nuestros nombres es lo que dejamos al pie de la pirca. Por unanimidad decidimos nombrar a este cerro “Ulises Vitale” en homenaje al único integrante vivo de la expedición de 1955, y quien nos contagiara el entusiasmo por la exploración de esta región.
El descenso lo hacemos con las precauciones del caso: si bien la pendiente es pronunciada, los penitentes nos dan una buena sensación de seguridad, sólo hay que tratar de no romperse una rodilla o doblarse un tobillo en esta trampa helada. Vamos bajando en forma concienzuda y prolija, turnándonos para abrirnos paso en los penitentes. Y lo que pensábamos sería más sencillo, al final nos toma mucho más tiempo: recién cerca de las 6 de la tarde estamos en el campamento.

 



Las nubes habían cubierto el cielo desde hace unas horas, y la tarde se ha vuelto gris. Pero nosotros tenemos aún en la mente las imágenes de ese luminoso momento de cumbre que nos va a acompañar toda la vida.

Pronto comienzan a escucharse los calentadores y el té no tarda en llegar. Yo aprovecho el final de la tarde para alejarme un poco del campamento y ponerme a pintar una acuarela del cerro que acabamos de subir. Es una forma de conectar todas las pasiones ahí mismo…¡subir una montaña y pintarla!

Más tarde mientras en una carpa las conversaciones giran en torno a sistemas constructivos y viviendas, en la otra afloran recuerdos de conquistas pasadas…Y yo después de cenar, tomo mi bolsa de dormir y elijo un cielo estrellado para conciliar el sueño.

Al día siguiente todos esperamos los rayos de sol para secar la escarcha que han dejado las sombras de la noche. Contentos, haciendo bromas, vamos desarmando el campamento. El camino de regreso es largo y no podemos perder tiempo. Desandar las morenas nos lleva buena energía de saltar de bloque en bloque, de subir, de bajar, de ladear… es vivir la montaña tal como es.


A mediodía estamos llegando a la Laguna del Campanario, donde hacemos una parada inevitable para comer y tomar. Los kilómetros se van sintiendo y los pies son los principales damnificados. Aún nos quedan algunas morenas hasta llegar al campamento 1. Y desandar lo subido además de reconocer el esfuerzo que nos llevó la subida hace un par de días, nos hace conocer mejor la quebrada y encontrar los mejores pasos para evitar obstáculos. Cuando finalmente salimos del mundo de rocas y pisamos el “verde” nuestros pies nos lo agradecen. Cambio de calzado y seguimos en zapatillas. Parte de la carga se la dejamos a las mulas y seguimos con mochilas más “lógicas”. Y aprovechamos esta ventaja para apurar el paso, aún quedan muchos kilómetros hasta los vehículos. 

Los vadeos del arroyo nos van dando la oportunidad de refrescarnos durante la calurosa tarde, y sin aflojar seguimos devorando kilómetros a buen ritmo. Ya son más de las 5 y media de la tarde cuando vamos llegando al puesto donde quedaron las camionetas. La expedición llega a su fin y todo ha salido “redondito”, tal como dicen algunos de nosotros. Y nos fundimos en un abrazo más, como cada vez que logramos cada etapa del ascenso. Sólo nos queda ir a buscar las “truchas” (latas de cerveza) escondidas en el arroyo para brindar por la experiencia compartida. ¡Y nos volvemos a casa, sintiéndonos privilegiados al vivir esa misma pasión por la exploración de nuestras montañas que sintieron aquellos cuatro jóvenes hace 65 años!