miércoles, 9 de agosto de 2023

20 AÑOS EN UNA PLANILLA

O como anotar todo el entrenamiento en un intento para mantenerse en actividad


El comienzo de la planilla, allá por 2003

Hace dos décadas, decidí a anotar mi entrenamiento en una planilla de Excell. No era algo fuera de lo común lo que hacía, pero en ese momento me pareció importante hacer un registro. ¿Por qué? No me lo pregunté, pero intuía que al anotarlo uno podía tener claro que es realmente lo que se hace, como se hace y con qué frecuencia. Así después cuando uno se plantea un objetivo determinado, como por ejemplo subir una montaña, sabe con más precisión en qué estado está, hasta dónde puede llegar y que hacer para estar mejor.

Fueron pasando los años, y el ritual de escribir en esa planilla todo lo referido al entrenamiento, siguió con la misma constancia. Y además iba agregando todo evento o situación que impidiera realizarlo con normalidad: ya sea un resfrío o una lesión. 

Cruzando el Tupungato por el cable durante el primer ascenso al Fortaleza
Segundo día de la expedición a los Mesetones. 
Regresando de la 1era ascensión al Monte Peregrino

Escalada deportiva en El Salto
Cruzando el glaciar del Cerro Hermano de Piedra
Primera participacón en la Media Maratón de Mendoza

Desde el principio la actividad física principal era “salir a correr”. No me planteaba muy seriamente qué cantidad, a qué intensidad, con qué frecuencia. Corría en el llano, generalmente entre 10 y 12km, repitiendo circuitos que conocía su longitud (no contaba con reloj con gps), buscando siempre hacerlos en menos tiempo. Los fines de semana, con dispar frecuencia, subía el Cerro Arco corriendo, siempre intentando el menor tiempo posible. Así es como el 14 de agosto de 2004 llegué a correr los “4 lagos” (cuatro vueltas al lago del Parque San Martín, por la ciclovía exterior, que suman 10.60km) en 42min 49seg. Y el 16 de noviembre de ése mismo año subir el Arco (8.37km y 530m de desnivel) en 34min 30seg. Nunca más se repitieron esas marcas (al menos hasta hoy) ya que las metas fueron otras, de acuerdo a la capacidad que la edad te va brindando. 

Rumbo a la base del Excelsior
Randoneando en Matienzo
Segunda participación en 21K de la Maratón de Mendoza
Plata en el día desde Mendoza
Rumbo a la cumbre del Pico Vivi
En la cima del Miguel Dediol


En 2018, decidido a mejorar resultados, consulto a Federico Zamperoni para que me haga un plan a seguir. El objetivo es mejorar la condición física para expediciones a la montaña (subir cerros alejados, en los que hay que cargar peso y caminar mucho) O sea, buscaba rendir mejor en la montaña, y no específicamente en carreras y maratones. El plan contemplaba más trabajo en gimnasio y menos salidas a correr. Comencé a seguirlo lo más fielmente posible hasta que un par de meses después de haber empezado, surge la posibilidad de participar en los 42k de Villa La Angostura, clásica carrera de montaña de Argentina. Nunca había corrido esa distancia, ni en calle ni en montaña. Sin dudarlo me decido a ir, por lo que variamos un poco el plan agregando más “fondos” (entrenamientos largos corriendo) en las pocas semanas que quedan para el evento. Mi máxima distancia corrida habían sido los 21k de calle y de montaña hacía más de 5 años, así que mi primera duda era como se sentirían los 42 (durante el entrenamiento, el fondo más largo había sido 26k: Áspero + Arco). Llega el momento de la prueba, y correr en los bosques de Patagonia, sobre un suelo blando, y con una temperatura ideal… ¡fue un placer! Fueron 7h 12min para los 42k y 2200m de desnivel, donde pude explorar que significaba correr esa distancia…y ¡en montaña! El objetivo, terminar “entero” y disfrutando la prueba, se había cumplido con creces.

En el cerro San Lorenzo en San Juan
Aproximación a los Clonquis
Pico Gótico

K42 de Villa La Angostura 
Subiendo el Cerro Bastión en San Juan
Porteando en Aconcagua

A partir de esa primera experiencia de “plan de entrenamiento”, pude comprobar lo útil y eficiente que puede ser ceñirse a un plan de acuerdo a un objetivo. Los años van pasando, la energía ya no es la misma y hay que saber administrarla.

En los últimos años llegaría la oportunidad de volver a Aconcagua y probar lo que es el trabajo de “porteador”. Aunque había cargado pesadas mochilas en mis expediciones a montañas alejadas, me intrigaba experimentar esa esforzada labor que muchos amigos hacían en el “cerro”. Después de experimentarlo, me di cuenta que ésta requiere de un entrenamiento específico para realizarla. Terminé muy conforme en cuanto a mi rendimiento para poder cumplir lo que me tocó hacer, pero trabajar todo el verano y salir ileso no es para cualquiera.

Al llegar la pandemia y la consecuente cuarentena, volví a encontrar en “salir a correr” una forma de conectar con el “aire libre”. Ya no importaba si lo hacía en la montaña o el parque. Comencé a hacerlo recorriendo cualquier parte de la ciudad y me di cuenta que el desafío del entrenamiento como experiencia se puede hacer no importando el lugar.

Y llegó también el momento de cumplir un “pendiente”, los 42k de “calle”. Una distancia en una superficie que nada tiene que ver con las carreras de montaña, ésas en las que en realidad se trota, camina y corre. Cuando uno se plantea participar en esa famosa distancia sobre asfalto con el objetivo además de terminar, hacer un determinado tiempo, el ritmo es otro. La duración de la actividad es menor pero el esfuerzo es más intenso.  En 2021, luego de las sucesivas “cuarentenas” se retomaron los eventos deportivos multitudinarios y llegaba la hora de poder hacerlo. Ese año, Migue Andrade me había compartido generosamente un plan de entrenamiento de tres meses para correr 42k seleccionando el ritmo que deseado. El plan contempla actividad para todos los días de la semana excepto uno, pero mi realidad cotidiana me permitía entrenar sólo 3 días a la semana, los días de rutina “fuerte”.

Ocupado en salir a correr, me había demorado en anotarme: en la Maratón de Mendoza ya no quedaban lugares. Semanas después habilitan nuevos cupos, me pude inscribir pero suspenden el evento por razones sanitarias… Dispuesto a no perder la oportunidad de correr esa distancia ese año, me inscribo para la de Buenos Aires. Así es que me estrené en esa ciudad en los 42k “de calle”, terminando muy entero en un tiempo 3h 37min 28seg según mi reloj.  Al volver, la organización de la Maratón de Mendoza fija fecha finalmente para la carrera para el mes siguiente. Y no queda otra que participar, ya que no reintegraban el dinero de la inscripción. Así es que a poco más de un mes de correr en Buenos Aires vuelvo a correr en Mendoza haciendo 3h 32min 50seg. Y de no haber corrido nunca esa distancia, pasé a tener dos carreras ya bajo el brazo…

42K de Buenos Aires
Aclimatando en el Bonete
Cumbre del Cerro Ángel

Al año siguiente, luego de un verano con algunas semanas en Aconcagua pintando al aire libre y donde volví a vivir por unos días el duro trabajo de porteador, me planteé correr los 42k para “bajar tiempos”. Conciliar trabajo, familia, horas de descanso y otras obligaciones fue fundamental para poder seguir el plan lo más fielmente. Y si además agregamos algún virus de gripe semanas antes de la carrera, la cosa se complica aún más. Pero estas circunstancias son “la vida misma” y hay que correr aceptando las condiciones. Mi tercer 42k lo hice en 3h 36min 23seg, lejos aún de lo que me había planteado como objetivo: hacerlo en menos de 3h 30min. Solo había conseguido hacer 1 minuto menos que el año anterior en el mismo circuito. Era obvio que no había llegado de la mejor forma a la prueba para el desafío de hacerla en menor tiempo.

Con los años la planilla se fue completando con desniveles, zapatillas usadas y los kilómetros acumulados con cada par de calzado.

En este 2023, me encuentro nuevamente entrenando para dar batalla y bajar los tiempos lo más que se pueda, y acercarme a las deseadas 3h 30min en la maratón de Buenos Aires. El verano pasado estuve nuevamente en Aconcagua pintando cuadros. Tras varias semanas en Plaza de Mulas (4380m), intenté algo que siempre había querido hacer, “subir en el día a la cumbre desde Mulas”. El último día de mi estadía, se presentan las condiciones óptimas para hacerlo. A las 4 de la mañana comienzo el ascenso desde la base. Voy con botas dobles, hay nieve desde los 5000m y hay que usar grampones. En 5 horas y media llego a Independencia a 6300m. Me siento muy bien, y el día se presenta increíble. La nieve dura permite un ascenso realmente rápido y cómodo. Pero antes de llegar a la base de la Canaleta a 6600m, ha ocurrido un accidente, una persona ha caído por la nieve dura y su estado es comprometido. Por lo que decido colaborar en el rescate para descenderlo hasta que pueda ser evacuado en helicóptero. Hasta aquí nada hacía pensar que no lograría mi objetivo ese día, pero la montaña siempre nos guarda una sorpresa y nos pone a prueba. El descenso con el herido tomó varias horas por el gran acarreo hasta llegar a Nido de Cóndores, donde fue evacuado en un vuelo. A esa altura del día solo quedaba continuar bajando hasta Plaza de Mulas a preparar los petates, ya que al día siguiente tocaba la larga caminata hasta Horcones para bajar a Mendoza y dar por terminada la temporada.

En estas circunstancias es que miro hacia atrás en el tiempo y veo la vieja planilla de Excell, bitácora de entrenamiento cumpliendo 20 años. Pero pienso sobre todo en lo que he podido hacer. Y es ahora sí que entiendo el sentido de haber ir ido anotando todo lo que hacía y que alguna vez empecé sin saber muy bien porqué.


ALGUNAS CONCLUSIONES

OBJETIVO / El objetivo principal de entrenamiento de esta bitácora es la práctica del montañismo, en todas sus variantes según disponibilidad de tiempo y capacidades. Tanto el montañismo como la participación en carreras en los últimos años, se ha realizado en forma amateur, con las limitaciones de tiempo y dinero de cualquier persona común. La constancia del entrenamiento a través de los años permitió mantenerse activo y con desafíos deportivos que aún hoy permanecen vigentes. 

ENTRENAMIENTO MÁS FRECUENTE / El entrenamiento más frecuente realizado fue “salir a correr”. Al principio en forma “empírica” y en los últimos años, con mayor efectividad, siguiendo planes de entrenamiento.

Como el “salir a correr” fue la actividad más frecuente, experimentar en “carreras” a modo de desafío se fue dando en forma natural. Los resultados que se obtuvieron fueron acordes al entrenamiento realizado.

INACTIVIDAD / Durante los 20 años de regristro, el período más largo sin actividad física de entrenamiento registrada fue de 45 días, coincidente con exigencias de la vida cotidiana, como la realización de tareas en la construcción de la casa. 

EXIGENCIAS FÍSICAS / Las mayores se dieron en expediciones a zonas alejadas de los Andes de Mendoza y San Juan. La actividad generalmente comprendió cargar mochilas de 25 a 30kg de peso, durante 3 o 4 días de aproximación, luego un largo día de cumbre con una carga menor para terminar con otros 2 o 3 días de regreso con la misma carga inicial. El terreno a recorrer presenta dificultades para moverse: acarreos inestables, barrancos de tierra dura, morenas de grandes bloques, cruces de ríos, glaciares de penitentes. 

LESIONES  / Las lesiones sufridas (esguinces de tobillo, fractura de húmero, fascitis plantar, tendinitis) no han dejado secuelas retomándose plenamente la actividad gracias a un consciente trabajo de fisioterapia, pudiendo permanecer activo durante todo el período analizado.

PRUEBAS DE COMPARACIÓN

4 LAGOS”: La primera vez que cronometré las 4 vueltas al lago del Parque San Martín fue el 29 de julio de 2003 y el resultado fue 47min 42seg. A lo largo de los años, repetiría el circuito, al principio como entrenamiento en sí, después como una forma práctica de comparar resultados. El día 26 de julio de 2023 repetí ese mismo circuito, buscando averiguar cómo se siente 20 años después, arrojando un tiempo menor: 45min 50seg.

Los mejores tiempos por año para el circuito de "4 Lagos", 10.60km

CERRO ARCO : De la misma forma que las cuatro vueltas al Lago del Parque San Martín sirvieron como “medida” para comparar el correr en el llano, el ascenso al Arco desde el Puesto hasta la cumbre sirvió para  un “Test de Montaña”. Desde 2004 a 2021 se cronometraron 100 ascensos buscando el menor tiempo, logrado en el primer año. Como varios circuitos en esta bitácora, el Arco fue mutando de ser un entrenamiento en sí, para ser una circuito para medir y comparar estado físico. 

Los mejores tiempos de ascenso al Arco

POTENCIA / RESISTENCIA. A lo largo de los años se ha podido comprobar como la condición física va rindiendo de forma diferente de acuerdo a la edad. Los primeros años de esta bitácora reflejan buen rendimiento en actividades cortas, intensas y a ritmos altos (10k en 40min, Arco en 34min, 21k en 1h 29min). Pero no muy buen rendimiento en actividades “largas” como por ejemplo el ascenso al Plata en el día en 2004 en 13h hasta la cumbre. En los últimos años, el buen rendimiento en resistencia se refleja en el ascenso al Plata en 8hs 54min en 2015, los 42k de la Maratón de Mendoza en 3h 32min en 2021 o el intento al Aconcagua en el día desde Mulas en 2023.


sábado, 24 de junio de 2023

2da ASCENSIÓN CERRO "ÁNGEL" 5533m

Desentrañando el misterio de la hermosa montaña entre el Tupungato y el Negro Pabellón

Los Andes Centrales de Mendoza, a la latitud del Volcán Tupungato, es quizás en el sentido Este-Oeste, el sector más angosto. Aquí ya no hay precordillera, la cordillera Frontal presenta un solo cordón y la de límite es el mismo cono volcánico del Tupungato. Y en ese cordón Frontal es que se destaca un cerro de más de 5500m, el Cerro “Ángel”. Esta montaña, vista desde el llano, aparece entre dos “gigantes” de seismil, el Negro ó Pabellón a la izquierda y el Tupungato a la derecha. Busqué por todos lados información sobre esta montaña: mapas, cartas, libros, relatos y nada, no encontré nada. Y yo no había sido el único que se había preguntado sobre este cerro: en la comunidad de montaña más de un amigo me había preguntado también si sabía si tenía nombre, o ascensos registrados. Agotadas todas las posibilidades de encontrar información aquí abajo, sólo quedaba con probar suerte en el mismo cerro para poder desentrañar el misterio. Quizás lo más lindo de practicar montañismo, es ese grado de incertidumbre con que nos desafía la montaña. Esa montaña sin senderos, ni tracks, ni waypoints. La que está ahí, para que la exploremos.


















Una fría mañana de junio, casi en el mismo solsticio, salimos finalmente desde Puesto Plaza, refugio militar en el pedemonte tupungatino, con Gaby, Rodrigo y Diego. Gaby ha sido la gestora de esta salida, ya que es quien se ha ocupado de realizar todos los trámites de permisos para poder acceder a la zona, estudiar los pronósticos y proponer la fecha más favorable. La idea que tenemos es realizar el intento a esta cumbre en 3 o 4 días, en un plan bastante ambicioso, quizás hasta subestimando nuestro objetivo... El primer día recorremos 24km hasta el “Real de los Italianos” donde acampamos. Yo conocía la quebrada, dado que hacía muchos años (casi veinticinco para ser más exactos…) había explorado el acceso para ascender el “Negro Pabellón”. Pero poco era lo que me acordaba y no fue de mucha ayuda. Como siempre vamos a darnos cuenta durante el descenso, por donde deberíamos haber ido en la subida. Las horas van pasando y recién con las últimas luces acampamos a poco más de 3000m. Nos asombra haber estado todo el día para ganar poco más de 1000m de altura. Y aún nos quedan 2500m más para nuestra cumbre!
 

















El segundo día, a poco de caminar, ya nos internamos por la quebrada del Arroyo Pabellón, buscando ganar altura para armar nuestro campamento. La idea es llegar a los 4000m, veremos si es posible con las escasas horas de luz del día en esta época del año. Aquí el terreno gana bastante altura por lo que conviene ir faldeando y evitando el cauce del arroyo. Sabemos que son tres tramos de quebrada bien definidos los que tenemos que superar, cada uno con su orientación, así que vamos midiendo el tiempo que nos va llevando cada uno. El último tramo lo hago forzando el paso, en una carrera con el sol que se va ocultando tras los filos. Finalmente cerca de las 17hs alcanzamos los 4000m. Nos llama la atención que aún corra agua en el arroyo, pese a la época del año y la altura que nos encontramos.


 




El tercer día, nos despertamos a las 3:30 AM y son las 4:50 AM cuando comenzamos a caminar. Vamos ganando altura de a poco, sobre la margen sur de la quebrada. Aún debemos hacer algunos kilómetros de distancia hasta la base del filo que nos llevará a la cumbre. Poco más adelante, nos quedamos “enriscados” entre rocas y placas de nieve dura en medio de la oscuridad de la fría noche. Salimos de la situación tallando escalones en la nieve para retomar el cauce de la quebrada. Esto de salir tan temprano y sin posibilidad de visualizar bien el terreno nos ha llevado a perder tiempo y gastar energías. Unas ráfagas de viento que levanta nieve nos advierte que quizás la ventana de buen tiempo que teníamos estudiada se acorte un poco. Gaby y Rodri deciden volver, con Diego nos miramos y sin pensarlo mucho compartimos la idea de seguir a pesar del frío y el viento. Son dos horas la que nos castigan las ráfagas y los copos que vuelan, sin darnos oportunidad de parar a tomar algo o descansar. 












Recién cuando vamos alcanzando la base del filo a 4900m es que los rayos del sol nos acarician, dándonos la oportunidad para hacer un descanso. De aquí en más vamos midiendo el tiempo de ascenso y chequeando los metros subidos, para poder cumplir con los horarios que nos hemos propuesto. Y así vamos ganando altura en el cómodo filo que nos permite ir subiendo a 200m de altura por hora. Más arriba comienza a asomarse el Aconcagua y los cerros de la Jaula, Mogotes y Cordón del Plata. La cumbre que parecía muy lejana, ahora cada vez más cerca, nos va confirmando la posibilidad cierta de poder alcanzarla. Y son las 14hs, cuando nos montamos a la cumbre que veníamos viendo desde abajo, que casualmente es el punto más alto. Allí notamos la presencia de una pequeña apacheta, con un visible papel doblado en cuatro, mal protegido por una bolsita de nylon que ha sido destruida por el sol.

Con todo el cuidado, nos ponemos a revisar el testimonio y apenas visible se lee  la fecha, “2010”, algunos nombres de los integrantes “Castiñeira de Dios, Villarreal” y el nombre que le dan, al no encontrar ningún vestigio de ascensos previos “Cerro Angel”. 







Mientras Diego aprovecha a comunicarse por radio con diferentes radioaficionados de la provincia y del país, yo me dedico a sacar fotos, escribir el testimonio y armar la pirca. La vista está dominada por la impresionante vertiente Sureste del Tupungato y las nacientes del río homónimo que llega hasta Punta de Vacas. Hacia el norte y noreste las lejanas cumbres del Aconcagua, Tigre, Jaula y Plata. Al Este se abre la hermosa vista del llano mendocino asomando tras los cordones más bajos. Al Sureste, la dupla San Pablo y Negro Pabellón imponen su presencia con su tamaño. Y bien lejano al sur, asoma el Maipo, Manchado, Castillo, Marmolejo... 
Un mar de montañas para entretenerse mirando. Pero las altas nubes van ganando las cumbres más altas, ya han envuelto al Aconcagua, y es obvio que la ventana de buen tiempo se cerró. No hay mucho tiempo que perder, así que poco antes de las 15hs comenzamos a bajar.

 

















El descenso por el filo es bastante cómodo, y vamos desandando el mismo recorrido que hicimos de subida. En una hora hemos alcanzado la base del filo, 500m más abajo. Aquí ya vuelan algunos copos de nieve con las ráfagas de viento. Algunas paradas y seguimos bajando sabiendo que el descenso lo haremos sobre las morenas de la margen izquierda, terreno mucho más cómodo para transitar. Son las 18:45 cuando finalmente alcanzamos el campamento, muy contentos de terminar nuestro día de cumbre aún con luz diurna.













El cuarto y último día, bajamos en un par de horas al “Real de los Italianos”, lugar de nuestro primer campamento. Allí volvemos a acomodar las cargas, y seguimos en marcha forzada hasta el vehículo, al cual llegamos con la última luz y envuelto en una espesa niebla. Cuando llegamos los militares del Puesto Coronel Plaza nos hacen pasar al refugio. Mientras comemos gustosos lo que nos ofrecen, asado acompañado con café caliente, les contamos algunos detalles del ascenso. Rato más tarde ya estamos en los vehículos bajando a Tupungato y Mendoza. Cuatro días, 75km, 4000m de desnivel, o la posibilidad de descubrir la historia de una montaña escrita en la cumbre. 













EPÍLOGO: Una vez de nuevo en el llano, nos ponemos en campaña para averiguar quienes habían sido nuestros antecesores y el porqué del nombre. No pasó un par de días que ya habíamos dado con uno de los autores, Agustín Castiñeira. Nos contó que fueron dos veces a la zona, siempre buscando intentar el Cerro Negro ó Pabellón. Que en la primera los militares no le permitieron el acceso y terminaron en la Estancia Facundo, cuyo dueño, Angel Bazán, los atendió y les contó de la historia del lugar. En la segunda oportunidad, volvieron a lo de Angel, y se internaron en la zona saliendo desde la misma estancia, evitando el puesto militar. Tuvieron que cruzar un cordón de montañas para llegar al río Las Tunas. Días de lluvia y niebla los acompañaron en su aproximación. Cuando finalmente logran superar la altura de las nubes, se dan cuenta que están errados en su ubicación para intentar el Negro. Por lo que eligen subir el cerro que bautizan “Angel” en homenaje a quien los había ayudado tan amablemente.