miércoles, 14 de junio de 2017

CUMBRES DE ENTRENAMIENTO II

CERRO ÁSPERO (2251m) : "EL PATIO DE JUEGOS DE LA CIUDAD"

La primera vez que subí este cerro, fue hace más de ¡cuarenta años!. No recuerdo exactamente la fecha, pero si tengo presente recuerdos del ascenso junto a mis hermanos y llevados por mi padre. Salíamos desde el antiguo Puesto San Isidro, en tiempos que el acceso era totalmente libre. En la adolescencia, cuando el andinismo pasó a ocupar la mayor parte de mis pensamientos, volví varias veces ya sea llevando amigos o de camino hacia otros objetivos de la zona, como el Mesillas. Recuerdo en una ocasión, lo encaramos desde la quebrada del Arco, a falta de una movilidad para llegar hasta San Isidro. Concluyó sin cumbre y bastante raspados por la espinosa y espesa vegetación de la vertiente norte. La última vez que lo subí fue en abril de 2007, saliendo desde la “Puerta de la Quebrada”, tardando poco menos de 3 horas para el ascenso y 2 para el descenso. Había ido en plan “montaña”, con botas de trekking, mochila, cámara de fotos, etc, tal y como uno encara un cerro en plan de ascensión.
Diez años pasaron desde mi última visita, prueba de considerar a la precordillera como un terreno para entrenar más que como un fin en sí mismo. Hoy con poco tiempo disponible, vuelvo a redescubrir aquellos senderos que alguna vez caminé (y otros que no me había fijado) a fin de hacer más entretenido y movitado el entrenamiento. Ese eterno plan de entrenamiento que uno tiene en la cabeza, con la idea de estar en condiciones, para cualquier objetivo que a uno se le ocurra. 
 En la fría y soleada mañana de domingo, la playa de estacionamiento de “Puerta de la Quebrada” está a full. Mucha gente se hace presente en el lugar para su “peregrinación semanal” al Arco. Mi objetivo es el mismo de una década atrás, aunque en un plan diferente: voy de zapatillas, pantalón corto, buzo y una mochila pequeña. La idea es subir y bajar lo más rápido que pueda, en un plan similar al que utilizo en el Arco como entrenamiento. Desde el letrero del Club Andinista Mendoza, aprieto el cronómetro para medir el tiempo de ascenso. Voy caminando rápido, no corriendo, midiendo el esfuerzo que hay por delante. A los pocos metros hay que dejar el camino e ingresar a la quebrada. Justo antes de llegar a la pared de roca naranja donde se practica escalada en roca, nace el sendero del Áspero. Este sendero está bien marcado y va ganando altura cresteando algunos pequeños filos hasta que alcanza el filo principal del cerro. Esta parte es bastante empinada y no permite llevar un paso más que caminando. Más arriba el sendero ya ha ganado la parte alta del filo que permite correr en las partes más horizontales. A esta altura me alcanza una persona que viene a un ritmo muy rápido, corriendo casi todo el tiempo…¡me pasa como si estuviera parado!
Cuando alcanzo la segunda parte plana del filo, aparece la típica “joroba” de la cumbre del Áspero. Ya por lo menos no queda tanto y me entusiasmo para terminar, aunque la última trepada es bastante dura. Aquí me cruzo con el “velocista” que me había pasado, que ya viene descendiendo. Después de una hora y cuarenta y cinco minutos alcanzo la cumbre. Aunque el aire está frío, me tomo unos minutos para tomar y comer algo y de paso, escribir mi testimonio. Si bien he subido a modo de entrenamiento, no deja de ser todavía una clásica cumbre en la que tomarse unos minutos para disfrutar del paisaje, revisar la pirca de cumbre para ver cual fue el último ascenso registrado y por supuesto continuar con la tradición de dejar asentado el propio. E inevitablemente surgen algunas reflexiones. Este clásico objetivo, elegido desde hace décadas casi exclusivamente por montañistas, es hoy en día también un objetivo para otros deportistas, como los corredores de montaña. ¿Cómo hacer para que costumbres como el “testimonio de cumbre” no se pierdan? Es difícil que esta costumbre permanezca en lugares que son visitados por personas de diferentes “colectivos”. Así pasó hace años con el Arco (un cerro ahora plagado de antenas no motiva a dejar absolutamente nada) y lo experimenté también en el Gateado hace unos meses atrás, al no encontrar nada en la pirca de cumbre.
El auge de los deportes de “aventura”, actividades “outdoor”, y el famoso “running” ha llevado a que más gente frecuente los cerros cercanos a las ciudades. Y eso es positivo, para todas las personas que pueden vivir más en contacto con el medio natural. Lo que sí sería ideal, es buscar la manera que aquellas buenas costumbres del “colectivo montañero” puedan contagiarse a los nuevos usuarios de este espacio natural. Y entre esas costumbres, no solo está el dejar “testimonio de cumbre” (como una forma de estadística o registro de visitas de las solitarias cumbres mendocinas). También están: el “bajar la basura”, “no prender fuego”, “no cortar flora autóctona”, “no atentar contra la fauna”. Si bien nuestra montaña es extensa, hay lugares y recorridos donde la concentración humana es importante por lo que deberemos buscar la forma de usar responsablemente el ambiente que visitamos. 
 El aire frío motivó a que apurara el descenso y dejara para después estos pensamientos. Aprovecho todos los planos posibles para correr, al mejor estilo de mi niñez, cuando bajaba corriendo los cerros con mis hermanos. Quizás hoy con una mirada y conciencia diferente, pero con la misma sensación de “volar” entre jarillas y espinillos. Una hora y veinte minutos más tarde estoy llegando al auto, cansado, pero contento de seguir con estos “redescubrimientos”.

RECOMENDACIONES
Conviene dejar el vehículo en el estacionamiento de “Puerta de la Quebrada”, queda guardado en lugar seguro y cuidado.
Para ir al Áspero hay que registrarse en “Puerta de la Quebrada” ya que se ingresa a terrenos privados.
La ascensión al cerro Áspero toma normalmente de 3 a 4 horas de ascenso y 2 o 3 de descenso. Para quienes se inician en la actividad conviene disponer de la jornada completa.

Ya que el ascenso se realiza en un ambiente de montaña, sin más señales que un sendero y algunas pircas o apachetas que señalan el camino, requiere de cierta capacidad autónoma para realizar nuestra actividad. Por más que estemos cerca de la ciudad y de una buena cantidad de gente que visita el cerro Arco, al mismo tiempo aquí no encontraremos a nadie. Por lo tanto debemos ser capaces de subir y bajar sin problemas por nuestros propios medios.

Y por último, no dejemos rastro de nuestro paso. La montaña no necesita de nuestra presencia, pero nosotros sí necesitamos de la presencia de nuestras montañas!