miércoles, 15 de octubre de 2014

PICO YEI-PORÁ 5091 / CORDÓN DEL PORTILLO

La cumbre que esperó 58 años una segunda ascensión…


La primavera es muy corta, son muchos los proyectos y pocos los días disponibles. Así que buscamos aprovechar el fin de semana largo de octubre y enfilamos para la zona del Portillo. Muchas veces había chateado con el cordobés Diego Molina sobre futuros ascensos en esa hermosa zona cordillerana. Desde el empuje de sus jóvenes años y su capacidad técnica, Diego me había propuesto más de un osado proyecto. Pero en esta ocasión, coincidíamos en intentar algo más modesto pero no por eso menos interesante: alguna de los picos ubicados al Este de la Torre del Campanario.


El  cordón del Portillo forma parte de la cordillera Frontal de Mendoza, en el departamento de Tunuyán. Si bien los primeros ascensos a las cumbres de más de 5000m datan de la década del ’50 del siglo pasado, es un gran desconocido para la mayoría de los montañistas. Su máxima altura, el Pircas, sobresale en el perfil de montañas cuando se lo observa desde el llano mendocino. Otros picos agudos tampoco pasan desapercibidos como los Gemelos, Huarpes, Tres Picos de Amor y Portillo. La Torre del Campanario, un hermoso pico de excelente granito ubicado en el corazón del cordón,  es la joya de la región. Y últimamente, este objetivo ha vuelto a recibir visitantes con ganas de abrir nuevas líneas en sus paredes. 












El viernes 10 de octubre paso a buscar a Diego por la terminal de Mendoza, y enfilamos hacia el sur. A horas de mediodía, luego de algunas paradas obligadas para llenar el estómago en Tunuyán y también para llenar papeles en Gendarmería, estacionamos el auto en el puente del Cajón de Arenales. Allí luego de seleccionar el equipo a llevar, nos encontramos con uno de los personajes de la zona, el “Yagua”. Este conocido personaje ha trabajado mucho para que todo este sector de montañas pueda seguir siendo usado libremente por los andinistas. Nos pone un poco al tanto de los diferentes logros y gestiones de los últimos meses. Luego de la breve charla y sin demorarnos más, partimos hacia arriba. Son las dos de la tarde y a pesar del sol primaveral se siente aún el aire frío. Una vez más, volvemos a recorrer esta hermosa quebrada. Tanto Diego como yo tenemos experiencias anteriores en la zona. Y vamos compartiendo los diferentes momentos vividos. Me acuerdo aún de mi primera expedición en la zona, en enero de 1992 con mi hermano Federico, cuando intentamos el Huarpes. Y Diego me cuenta de aquélla “histórica” ascensión en 4 días a la Torre del Campanario junto al francés Fabien Quetier. En tres horas hemos alcanzado el “Real de Mirta”, donde concluimos la jornada. Aprovechamos los últimos momentos de sol para armar campamento y disfrutar de las vistas de este hermoso lugar. Y una vez instalados, a sacar las acuarelas y pintar. ¡Un lujo del cual no quise privarme, aunque sea solo por un breve momento!
Al día siguiente, continuamos la marcha, encarando una de las partes más “ingratas” del ascenso: el segundo tapón. En poco más de una hora lo hemos superado y ya gozamos de la hermosa vista de la zona cercana a la Cascada. Sólo una parada necesaria para tomar líquido y continuamos. A poca distancia, ya estamos calzando las raquetas de nieve. Gracias a ellas, podemos avanzar sin malgastar energías, ganando altura rápidamente. Encaramos las morenas al pie del Paso Tucson por el Este, evitando subir y bajar inútilmente. El paisaje que se va abriendo a nuestros pies es cada vez más amplio. Las pendientes finales antes de alcanzar el paso son bastante empinadas y debemos esforzarnos en mantener el paso. Son poco más de las cuatro de la tarde cuando alcanzo el glaciar y me deleito con la vista hacia el Sur. Me dedico a sacar fotos mientras espero a Diego que viene un poco más atrás. Apenas llega, elegimos el lugar para armar campamento. Lo encontramos al lado de una gran roca que nos puede proteger de las caídas de piedras de uno de los picos que enmarca el paso. Luego de una sopa, nos ponemos a trabajar en fabricar el lugar. Con la pala cavamos una trinchera donde ubicamos la carpa para estar protegidos del viento. Un poco más de una hora nos lleva el trabajo. Con gusto nos refugiamos dentro a reponer energías. La jornada ha sido intensa y la altura se siente: estamos a 4580m.  Como el día anterior, disfruto de las vistas del campamento para pintar una acuarela a pesar de los -5°C. Luego continuamos con el trabajo de derretir nieve, hidratarnos y comer. 













Al día siguiente, la alarma del reloj suena a las 6 AM y comenzamos con los preparativos. Pero Diego no se siente muy bien por el rápido ascenso sin aclimatación previa y no puede pasar siquiera algunos tragos de té. El clima afuera se presenta tal como lo anunciaba el pronóstico: nubes altas cubren el cielo y pareciera que no falta mucho para que comiencen a caer los primeros copos. Comienzo con las tareas de fabricar agua mientras mi compañero intenta descansar para sentirse mejor. Una hora de sueño ayuda a Diego a recuperarse y cambiar la cara. Nos ponemos a comer y tomar algo para salir y “darlo todo” según expresión de mi compañero. Preparamos una buena cantidad de café, comemos unas galletas y ya estamos listos para aprovechar nuestra oportunidad de subir alguna cumbre. Y recién a las 11:20 AM abandonamos el campamento rumbo a algunos de los canales de los cerros que tenemos a nuestra izquierda. En principio íbamos a intentar una cumbre de la cual no habíamos encontrado ninguna información, pero dada la hora tardía, nos decidimos por el más cercano y que creemos es el “Yeporá”. Esta cumbre bautizada por Ulises Vitale y compañeros durante la expedición a la Torre del Campanario en el año 1956, no le conocemos posteriores ascensos.
Elegimos el evidente canal diagonal que asciende directamente a lo que pensamos es la cumbre. Comenzamos ascendiendo directamente de frente a la pendiente, en nieve en excelentes condiciones. Vamos ganando altura rápidamente, mientras miramos de reojo que es lo que sigue más arriba. En los puntos más abruptos, el canal no supera los 45°. Llegamos a una gran “Y” en la cual le sugiero a Diego tomar por la izquierda. Seguimos ganando metros hasta que terminamos al pie de unos peñones que suponemos es la cumbre. Comienzan algunos pasos fáciles en roca descompuesta y travesías expuestas, buscando el punto más alto. Pero nos vamos dando cuenta que la cumbre está más al Sur, así que debemos continuar por el filo. Finalmente vemos lo que se muestra como el punto más alto, pero para llegar aún tenemos que rodear algunos resaltes. A las 2:30 PM alcanzamos la cumbre. Una vista increíble nos deleita por un buen rato. Mientras realizo la tarea de fotografiar cuanto cerro asome por el horizonte, a Diego le toca el de escribir el testimonio. No habíamos encontrado nada de anteriores ascensos, así que decidimos dejar un pequeño tubo plástico con nuestros datos. Luego de permanecer una media hora y cuando estamos armando una “pirca” de cumbre, Diego descubre una caja metálica oxidada justo al lado de nuestra pirca. No puede ser más grande nuestra alegría al encontrar estos vestigios! Mientras Diego abre la caja, no pierdo la oportunidad de filmar…Una pequeña libreta de tapa roja es el libro de cumbre, con solo una página llena: la de los primeros ascensionistas hace 58 años!!!! Jesús Casanova, Fernando Belinaud y Ulises Vitale fueron nuestros antecesores. Un banderín del Club Andinista Mendoza en perfectas condiciones de preservación acompaña a la libreta. Exultantes por el descubrimiento, rehacemos el testimonio, ahora en la página 2 del “libro de cumbre”. Volvemos a sacar fotos ahora con nuestro “descubrimiento” y a las 3:20PM comenzamos el descenso. Ahora lo hacemos por una vía más directa, el canal que baja directamente desde la cumbre al glaciar, y posiblemente el camino elegido por los primeros ascensionistas. 






Una hora después, estamos nuevamente en la gran planicie helada que es en esta época el Gran Glaciar de Arenales. Mientras Diego sigue camino al campamento, aprovecho a tomar fotografías de nuestra cumbre, adentrándome un poco en este mar helado.
Una vez en el campamento, tomamos la decisión de comenzar a bajar. De esa manera podemos acortar la actividad del día lunes feriado, y llegar con tiempo de sobra a Mendoza, dado que Diego tiene que viajar esa misma noche a Córdoba. Mientras desarmamos campamento, nos hacemos una sopa y a las 6:20PM estamos descendiendo el paso Tucson. Lo hacemos con los grampones puestos, dado las condiciones de la nieve y los kilos que llevamos. Apuramos el paso aprovechando las últimas luces del día, pero a pesar de nuestro esfuerzo la noche nos alcanza cuando comenzamos a bajar el segundo tapón. No queda otra, hay que seguir con las frontales. A las 9:20PM estamos en el Real de Mirta, muy cansados pero contentos por la intensa jornada vivida.
Al día siguiente, con tranquilidad desandamos el Cajón de Arenales hasta el auto, estudiando a diestra y siniestra la cantidad de paredes y agujas que aún esperan a los escaladores en este hermoso rincón andino. 
Y mientras recorremos el camino de regreso, volvemos nuestra vista a atrás, para ubicar esa cumbre alcanzada y las demás que quedan por subir…