jueves, 8 de agosto de 2019

REFLEXIONES SOBRE MONTAÑISMO (EXPLORANDO EL CORDÓN DEL TIGRE)

ASCENSIÓN A UNA CUMBRE SIN NOMBRE

A veces es difícil valorar lo que tenemos a mano.Y justamente es por haberlo tenido siempre a nuestro lado es que no nos damos cuenta. Vivir en una ciudad a los pies de una gran región montañosa deshabitada es un privilegio: al oeste de Mendoza hay una franja de montañas de 120km de ancho hasta el límite con Chile! Y a pesar del paso de los años poder seguir recorriendo rincones que aún no conocemos es quizás la máxima expresión de libertad que uno busca en el montañismo. En ocasiones uno hubiera querido viajar más para escalar montañas en otras regiones; pero cuando observa todo lo que aún no conoce y que tiene tan cerca de casa, valora aún más ese telón de fondo que ha sido siempre parte de tu vida.
La montaña de Mendoza por su altura y morfología, posee extensas zonas de difícil acceso que no han permitido la construcción de caminos vehiculares, ni asentamientos humanos. Ésta es para mí la mejor “virtud” que tiene: el hombre a pesar de los años, no la ha podido “dominar”. En las dos provincias vecinas, San Juan al Norte y Neuquén al Sur, la cordillera se manifiesta en general con más “suavidad” de líneas, cosas que ha facilitado mucho más la actividad humana: desde la agropecuaria hasta la minera.  La montaña mendocina, fuera de las pocas zonas caminadas por los “andinistas”, se manifiesta con toda la rudeza e ingratitud de la naturaleza virgen. Después de muchos años de “patear” quebradas, cruzar arroyos y pincharse con matorrales, he llegado a pensar que es justamente eso lo que me atrae: su “ingratidud”, por ponerle una cualidad humana a esa gran mole de piedras cada vez más escasamente englaciada.



















Y hablo de ingratitud porque después de realizar numerosas “expediciones” a diferentes quebradas y cerros, la montaña siempre vuelve a exigirnos a pleno. No importa si ya hemos explorado valles, acumulados metros subidos ni bautizado cerros, ella nos pone a prueba como si fuera la primera vez que vamos. Deberemos contar con la mejor condición física y una indoblegable motivación. Por suerte uno va respondiendo cada vez con más experiencia, y así se va desarrollando este juego. Justamente por que nos "emplea a fondo" cada vez que vamos, es que es tan divertido practicarlo. No importa la cantidad de veces que hayas ido a la montaña, cuando vayas vas a volver a sufrir frío, calor, cansancio, incertidumbre, miedo. El enfrentar la dosis correcta de estos ingredientes de acuerdo a nuestra condición, es justamente de lo que se trata la actividad del montañismo. Nadie quiere sufrir de más (ni perder la vida en el intento) ni tampoco tener todo resuelto. Y a esta altura de este escrito, que se ha hecho más filosófico que otras historias de este blog, siempre es bueno repensar la actividad del“montañismo”, en tiempos de “debates virtuales” y porque no decir “ inmediatez mediática”. Quizás el haber practicado esta actividad tantos años fuera  de las redes sociales, me dio la posibilidad de vivirla como quien disfruta comiendo un helado, degustándolo de a poco. Las expediciones de montaña las preparaba con mucho tiempo de antelación, añorando y deseando el objetivo. A veces ese objetivo nos llevaba más de un intento, hasta finalmente lograrlo. Desde la cumbre alcanzada y sin la ayuda invalorable de Google Earth, estudiábamos las otras montañas vecinas para plantearnos un nuevo objetivo. Hoy queremos acumular vivencias desesperadamente, como si esa fuera la única forma válida de vivir lo que nos apasiona.  En la actualidad, en pos de esa “desesperada vivencia de montaña”, no nos damos el tiempo necesario para nuestro crecimiento en la actividad, por lo que se recurre a cierta ayuda para conseguir los objetivos que aún no están a nuestro alcance, a través de guías, porteadores, cuerdas, mulares, helicópteros, etc. A la vez,  debemos dar a conocer inmediatamente nuestros logros a través de las redes sociales, casi en forma simultánea de la experiencia vivida, para poder darle relevancia... ¿Ésto está bien o está mal?  Ni bien ni mal, son formas de practicar la actividad, lo importante es saber qué es lo que uno elige y no ser víctima de una forma de practicarlo que el medio nos conduce sin siquiera ser conscientes de ello. 
El montañismo se trata de elegir, y es importante ser conscientes de las elecciones que tomamos. Personalmente el montañismo lo he “vivido”, más que practicado ya que ha sido parte de mi vida desde la adolescencia, por lo que no lo veo tanto como una “actividad” que practico sino como un “condición” a la que por voluntad propia me expongo. Sufrir la “ingratitud” de la montaña es parte de ese “juego vital” que nos mantiene motivados y con permanente desafíos. Siempre he querido elegir objetivos acordes a mi capacidad, sin tener que recurrir a ayuda externa de ningún tipo. Y contar con la mejor preparación y entrenamiento para estar a la altura de tu compañero de cuerda, para enfrentar cualquier situación que se presente. En este sentido la autonomía ha sido la elección  en todos estos años de montañismo. 

Este fin de semana pasado, salimos una vez más a vivir la montaña de esta manera. Una cumbre que conocemos muy poco de ella y muchas ganas de caminar, trepar, enriscarse, mojarse, cantear nieve dura y pasar frío. Ya Uspallata nos recibió con -8°C a las 10 de la mañana, anticipo de lo que sería un día “fresco”. Ese primer día de marcha, lo hacemos caminando a la sombra de los grandes paredones de roca que flanquean la quebrada. Temperaturas bajo cero y fugaces rayos de sol. Sorteando rocas y derrumbes y cruzando innumerables veces el arroyo: saltando o fabricando puentes con piedras o ramas, cualquier opción es mejor que tener que mojarse. Al final del día y tras 7hs de actividad, alcanzamos recién 2550m. Noche fría (-15°C) y a desarmar campamento. Otro día recorriendo una quebrada que no conocemos y que nos asombra a cada paso, quizás esa sea la razón por la que vinimos. Para que cada vez que pasemos por la entrada, mirarla en forma cómplice y decir “yo te conozco”. Pero para eso hay que seguir cruzando arroyos, subiendo senderos de guanacos, bajando nuevamente al fondo, volver a cruzar, saltar, enriscarse, equivocarse, volver sobre los propios pasos, encontrar el camino. ¡Y todo con los 20k de carga encima! Ese día nos demoramos más de lo deseado y recién a las 6PM alcanzamos el punto que nos separaremos del fondo de la quebrada, a 3100m de altura. No queda tiempo para remontar el valle lateral y armar el campamento más arriba. Intentaremos nuestra cumbre desde aquí nomás, aunque nos tengamos que enfrentar a los 2000m de desnivel que nos separan de ella. Son las 4:40AM cuando comenzamos los preparativos y las 6 cuando empezamos a caminar. La noche es oscura pero no muy fría. A la luz de las linternas vamos acumulando metros. 

El amanecer nos encuentra enfrentando los primeros “nevés” que nos van a permitir subir más rápidamente. Recorremos el vallecito lateral hasta el pie de un espolón que no presenta un hermoso canal para ganar altura más rápidamente. Allí nos metemos y vamos elevándonos por sobre los filos que nos rodeaban. Es el mediodía cuando alcanzamos los 4500m. Aparecen algunas cumbres de este gran cerro amesetado. Sólo esperemos que lo que parece lejos sea sólo impresión nuestra…porque nos damos cuenta que no es el desnivel nuestro gran obstáculo a vencer, sino la distancia que nos separa a la cumbre. Nos mentalizamos en ganar metros a través de una suave ladera de acarreo y poco antes de las 15 alcanzo los 4930m  de esta primer cumbre del largo filo que veíamos desde abajo. Encuentro una pequeña pirca y mientras espero a Lito aprovecho a sacar fotos. La vista desde esta cima bien ha pagado todo el esfuerzo que hemos realizado estos días.
El Aconcagua se ve realmente impresionante. Una infinidad de cerros nos rodean, algunos son viejos conocidos y otros nos tientan para seguir explorando. Llega Lito y mientras él saca fotos y come algo, aprovecho a ir hasta otra cima ubicada casi un 1km al norte para ver si hay algún rastro de anterior ascenso. Allí no encuentro ningún vestigio humano, aprovecho a dejar una pequeña pirca con un testimonio con nuestros nombres. Hacia el noroeste y como a 4km de distancia aparece lo que sería la cumbre más alta de este extenso cerro amesetado. Lo avanzado del día no nos va a permitir llegar hasta ese lejano punto dado que hay que bajar unos 200m y volverlos a subir. Vuelvo rápidamente sobre mis pasos y me encuentro con Lito para comenzar el largo regreso al campamento. Son las 4PM cuando comenzamos y luego de un concienzudo descenso por neveros, con las primeras sombras de la noche alcanzamos el campamento. 





El cuarto y último día, arrancamos no muy temprano con la idea de si es necesario, realizar el descenso en dos jornadas. Pero aquí surge lo que siempre nos muestra la montaña, “las quebradas se conocen bien cuando se bajan” ya que uno va encontrando las mejores sendas de guanaco para evitar costear el arroyo. Y es así como en poco más de 4 hs y media hemos alcanzado el primer campamento. Los dedos de los pies acusan recibo del esfuerzo y la marcha forzada, pero nos largamos a desandar lo que queda hasta el auto antes que se haga de noche. Y luego de un larga sesión  10hs de saltar, subir, bajar, costear, vadear, trepar y saltar, alcanzamos el vehículo. Termina otra intensa salida de montaña, conociendo una quebrada que ninguno de los dos conocíamos, viviendo el montañismo tal como nos gusta hacerlo. Un lomito y una cerveza en Uspallata, sería nuestra recompensa y festejo del “Día del Montañés”.