lunes, 30 de diciembre de 2019

ASCENSO EN EL DÍA AL VALLECITOS (5469m)

23 años empujando los límites




Cada tanto y previo a una actividad de alta montaña exigente me gusta realizar algún ascenso de aclimatación en el cordón del Plata. Y el cerro Vallecitos es un excelente objetivo para “probarnos” y ver como ha ido el entrenamiento. Un domingo de diciembre decidí tomar esos rumbos: el pronóstico preveía un día con algunas nubes y ráfagas de viento de 30 a 40km/h a 5000m de altura. La idea era tomar el sendero al campamento El Salto y la Ollada e ir viendo como andaba. Hacía varios meses que no hacía ascensos de altura, si bien me había mantenido activo con el entrenamiento aeróbico. A las 6:30AM parto desde la ciudad de Mendoza y casi dos horas después estoy comenzando a caminar desde el estacionamiento en Vallecitos. Voy con una pequeña mochila con abrigo, comida, cámara y dos litros de líquido.
Hace 5 años que no venía por aquí y los cambios son notorios: muchas más construcciones en el valle; y los senderos que llevan a la montaña están más marcados. Hay cartelería informativa hecha por guardaparques: a pesar de una mayor afluencia de visitantes, se nota todo más organizado, por ejemplo en las Veguitas se está realizando su recuperación evitando acampar en el sector al norte del arroyo. Voy a un paso cómodo y rápido sin fijarme en el horario. Cuando paso por Piedra Grande a 3680m, llevo 1hora y 6 minutos de marcha, unos minutos más que la última vez, hace varios años atrás. Paro lo suficiente como para sacar una fruta de la mochila y la voy comiendo mientras encaro la subida a la morena del Infiernillo. Trato de llevar el paso más uniforme que pueda, sin forzar demasiado, para reservar energía para arriba. Las nubes van cubriendo los cerros, en un típico día de verano del cordón del Plata.  
Una de las partes más exigentes de esta gran caminata, es la última subida al campamento El Salto. En este sector, el sendero va ganando altura abruptamente en un terreno de morenas, donde no queda otra que mentalizarse en que “ya casi estamos arriba”. Entre nubes llego al campamento, cuando llevo 2 horas 40 minutos desde el auto. Sin proponérmelo termino haciendo mejor tiempo que veces anteriores. El campamento está silencioso, se ve que la gente ha salido a cumbre. Aprovecho a comer un bocado y continúo a la Ollada. El paisaje se ve limitado por las nubes, aunque se adivina que “arriba está despejado”. Cuando estoy encarando una de las subidas a la Ollada, me pasan raudamente un par de “montañistas-corredores” que llevan un ritmo infernal. Reconozco y saludo a uno de ellos, es Fernando Grajales. Ellos también van al Vallecitos, así que seguramente nos cruzaremos más arriba.
En el campamento de la Ollada, me tomo unos minutos de descanso, mientras converso con dos “corredores” que han llegado hasta aquí buscando probarse. No son montañistas, vienen de pantalón corto y zapatillas. Y aprovecho a comentarles lo que se enfrentan más arriba si quieren continuar al Vallecitos o al Plata. Les digo que lo primero es chequear el pronóstico: no vale la pena arriesgarse en un día con mucho viento y lo segundo llevar el material adecuado (más allá de contar con cierta experiencia en montaña…)En este regreso a la zona del cordón del Plata he visto varias personas en tren de correr por la montaña, con equipo mínimo pero con muy buen estado físico. Y lo que se ha debatido en otras latitudes (Europa) se empieza a dar aquí. No se debe subestimar el hecho de “porque hay sendero” y es muy fácil llegar hasta aquí siguiéndolo, no estemos expuestos a los rigores de la alta montaña. Si bien reconozco que esta zona es un excelente terreno de aclimatación y entrenamiento, no deja de ser montañismo lo que estamos haciendo y no una carrera en el parque. También yo voy “liviano”: pero en mi mochila, que es considerablemente mayor a la de los corredores, llevo lo suficiente para ser autónomo en la montaña: desde botiquín, par de medias de repuesto, guantes, pluma, anorak y pantalón impermeable, barras de cereal, alfajores, maní salado, fruta, dos litros de líquido, teléfono, linterna y gps. Si queremos evitar accidentes, dejemos solo para las “máquinas” tipo Kilian Jornet, el correr sin nada de equipo por la montaña. Porque todo nos puede salir bien, hasta que nos sucede el accidente.

El paisaje es otra de las cosas que veo ha cambiado drásticamente en los últimos años. La reducción de los glaciares es tan notoria que nunca pensé que podría verlos algún día así. Pensar que alguna vez tuve que usar botas dobles para atravesar los campos de nieve y así llegar a este mismo punto que hoy hago en zapatillas. Comentarios de personas cercanas cuando les muestro fotos de estos cambios es “habrá que acostumbrarse”, “es el ciclo de la vida”, etc. Yo me inclino más a pensar en acciones concretas en cambiar conductas para estar preparados y no seguir actuando como si el agua que baja de la montaña fuera infinita…
Sigo ganando metros en este tramo que quizás con la subida previa al Salto sea lo más duro del ascenso al Vallecitos. Cuando llevo apenas 6 horas desde que salí del vehículo, llego al portezuelo. Aprovecho a comer algo, abrigarme y a seguir. El viento no es fuerte pero de a ratos puede ser molesto y frío. Un poco más arriba me encuentro con Fernando y compañeros que vienen bajando rápido. Quedo solo en el cerro, dándole paso a paso a esa huella que conduce al primer pico. En agosto de 1996 hice mi primer ascenso con Lorenzo Renard, demorando 9hs 50min. Aquella vez llevábamos botas dobles y bolsa de dormir por las dudas no alcanzaramos a bajar.
La segunda vez en enero de 1999, con mi hermano Federico, lo hicimos en 9hs. Habíamos decidido subirlo con lo que teníamos a mano, en zapatillas y medias a modo de guantes, antes que se terminen las vacaciones. En enero de 2002 lo subo solo demorando 7hs 30min. En enero de 2007 vuelvo a subirlo solo previo a una expedición a la Jaula en 7hs 50min. En enero de 2010, también a modo de aclimatación para un ascenso en San Juan lo subo solo en 7hs 30min. Esta vez, a 7 horas y 11 minutos de haber salido del auto estoy ya sentado al lado de la pequeña cruz. Me siento muy bien físicamente, mejor que las veces anteriores; se ve que los años traen la maña necesaria para subir más eficientemente!
Saco fotos para todos lados, como todas las veces que llego a una cumbre, aunque como en este caso sea la sexta vez que lo haga. Las fotos que me interesan no son solo las ahora famosas “selfies” sino las que puedan documentar el estado de nuestras montañas. Ver cambios que se han producido, estudiar nuevas rutas y cerros, es decir tener material para volver a planear nuevas ascensiones. No recuerdo haber visto nunca tan seca la montaña como ahora. Los cambios que se van produciendo son realmente elocuentes y no nos pueden dejar indiferentes. La montaña que conocíamos de jóvenes no es la misma y esta vez los larguísimos “tiempos geológicos” parecen que han tomado escala humana. Esto que vemos nos debe servir para tomar conciencia del frágil equilibrio en el que vivimos, ya que dependemos de estas cada vez más escasas fuentes de agua. Si no somos capaces de defender a rajatabla la intangibilidad de estos ambientes naturales, tendremos las horas contadas. Pero también debemos cambiar nuestras conductas cotidianas, el uso cada vez más eficiente del recurso hídrico debe ser una prioridad para todos.
El descenso lo hago bastante rápido aprovechando que voy en zapatillas. En algún punto me detengo a conversar con ocasionales compañeros de ruta. Con las últimas luces del domingo estoy en el auto. Bajo contento con esta “panzada de montaña exprés” que supone una pateada “en el día”. Ya estoy listo para empezar una semana crucial: el gobierno ha decidido modificar la ley n°7722 que protegía a los ambientes naturales de la minería metalífera que usa cianuro y no podemos quedarnos de brazos cruzados. ¡El agua de Mendoza no se negocia!


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